La Sierra Minera de La Unión guarda en su interior el mineral que ha dado nombre, símbolo, vida y esperanza a la zona, pero que también ha provocado dolor y muerte. Conocer la Historia de este municipio es adentrarse en la sierra y descubrir cómo, desde la prehistoria, el valor de los minerales del subsuelo ha provocado el poblamiento y la riqueza en la zona. Algunas de estas muestras del pasado se pueden apreciar en el Cabezo Agudo, una elevación montañosa situada a un kilómetro, aproximadamente, al oeste de La Unión, donde tras diferentes prospecciones y excavaciones arqueológicas se encontraron restos de sistemas constructivos o muros (habitaciones alineadas, rectangulares de aparejos muy pobres), cerámicas, cenizas y escorias de plomo con restos de plata. Se trata de vestigios que muestran la importancia de las vetas de mineral en la zona, así como del uso de la metalurgia durante la época prehistórica en el municipio.
Serían los carthagineses en el siglo III a.C. quienes abordaron las explotaciones mineras del Sureste como un medio para conseguir metales valiosos y sufragar sus campañas bélicas en la Península Ibérica y en el Mar Mediterráneo. Pero corresponde a la civilización romana el periodo de más intenso aprovechamiento de los recursos mineros durante la Antigüedad. La villa romana de Portmán (s. IV d.C.) señala el fin de esta primera edad dorada de la minería local.
Durante la Edad Media la explotación minera llegaría casi a desaparecer debido al escasísimo aprovechamiento del alumbre, del plomo y de la plata, resultando una actividad marginal, insuficiente para sustentar poblaciones de importancia. Pero, tras siglos en el olvido, la minería murciana reanudaría su camino a mediados del siglo XIX, superando incluso el antiguo esplendor romano. Las principales explotaciones quedaron localizadas en la Sierra Minera, aprovechando preferentemente las minas de plomo, zinc y hierro.
Sin embargo, las deficiencias fueron importantes, ya que a la explotación irracional y los escasos capitales se añadían el progresivo descenso de la ley en los metales (su valor comercial) y la corta reinversión de beneficios. Además la minería llevaba consigo la sobreexplotación del obrero como lacra social, la ausencia de industria siderúrgica complementaria como causa de la escasa inversión en tecnología y la dependencia de los precios fijados por la Bolsa de Metales de Londres como elemento fuera del control de los empresarios unionenses. Tales circunstancias conducirían a la crisis que sucedería a la Primera Guerra Mundial.
Desde mediados del siglo XX se iniciaría una nueva etapa dorada en la minería de la sierra con la recuperación y crecimiento de la actividad. Este impulso vino producido por la implantación de técnicas, que permitieron el aprovechamiento de la riqueza mineral gracias a la explotación de canteras o cortas a cielo abierto y la separación del mineral a través de lavaderos por flotación diferencial. Posteriormente acaeció sobre La Unión de nuevo la crisis, apreciable desde la década de 1980, esta vez ocasionada por el descenso de la demanda y la caída de los precios de cotización de los metales, que obligarían al cese de las actividades a partir de principios de los años 90', momento en el que cerrarían las últimas minas y el Lavadero Roberto.