La llegada de un nuevo poder, el cristiano, transforma a los musulmanes, de señores de un territorio, en pueblo sometido a otras armas, otras ideas y otro religión.
Vivir en casa propia cuando resulta que es ajena se hace doloroso. Perder aquello que has vivido y que has creado duelo en lo más profundo del alma. Al final, sólo aspiras a que al menos te dejen posesiones internas, tu pensamiento y personal concepción del mundo, tus ideas religiosas.
Pero en 1.501 se les obliga a la conversión y un nuevo golpe aturde a los mudejares. Quedan tocados, pero siguen adelante, confiando en tiempos mejores. No se imaginaban que las cosas podían empeorar.
Asi, en 1.614 son obligados a abandonar la tierra que amaron, la tierra sobre la que sudaron, aquella que los vio nacer, crecer y desarrollarse como seres viajeros del tiempo. Arrancados con saña del utero materno para perecer en otras tierras, o vivir escondidos, destruyendo su propio pensamiento.