La magia mística que el cristianismo ha visto en Santa Teresa y San Juan de la Cruz, desde el siglo XVI, la vemos y percibimos desde el siglo XII en la Murcia arabe de la mano de la secta Sufí. Uno de cuyos máximos exponentes será Abenarabi, al que se atribuye la autoría de cuatrocientos libros.
Teniendo en cuenta que los astros y el punto geografico de llegada al mundo físico marcan el futuro, Abenarabi decidió encarnarse en Murcia, si bien para completar la fuerza y el conocimiento, abandonará la ciudad y viajará por todo el orbe musulmán, aprendiendo y enseñando.
El amor interno le hizo entregarse a los demás, aconsejar, marcar el camino a quien lo precisaba. Y éste desprendimiento lo fue haciendo grande y recibir mas de lo que daba, evolucionando espiritualmente a la velocidad del rayo. Esto le provocó no pocos problemas físicos en forma de enfermedades y achaques. Al final decidió abandonar su cuerpo en Damasco pasando a otro estado para seguir aprendiendo.