EL TRIENIO LIBERAL
La ciudad de Murcia secundó el levantamiento liberal del general Rafael del Riego con la conquista del poder municipal por parte de los huertanos en el año 1820.


NUEVOS AYUNTAMIENTOS
El regreso al absolutismo regio supuso la supresión de los Ayuntamientos de Águilas, Campos del Río, Santomera, San Javier y Torre Pacheco.


El Sexenio absolutista (1814-20)

El Tratado de Valençay (1813) puso fin a la Guerra de Independencia, con el reconocimiento de la victoria española y de Fernando VII como Rey hispánico y la aprobación de una amnistía para los afrancesados. El Consejo de Regencia, nombrado por las Cortes de Cádiz, rechazó el acuerdo entre Fernando VII y Napoleón y continuó la contienda bélica hasta la expulsión definitiva de las tropas francesas de España en 1814.

El Rey Fernando VII regresó a España en marzo de 1814 para asumir el trono vacante. El monarca recuperó el poder político mediante el golpe de Estado del general Francisco Javier Elío contra la Regencia. Fernando VII decretó la vuelta al absolutismo  con el respaldo de parte del ejército y de un grupo de 69 diputados de las Cortes de Cádiz. Éstos expresaron su apoyo al Rey con la firma del Manifiesto de los Persas. "La monarquía absoluta es una obra de la razón y de la inteligencia: está subordinada a la ley divina, a la justicia y a las reglas fundamentales del Estado".

Fernando VII realizó su entrada triunfal por las calles de Madrid ante el grito popular de "¡Vivan las cadenas¡". El regreso al absolutismo supuso la derogación de la Constitución de Cádiz y la eliminación de los Ayuntamientos constitucionales de la Región (Águilas, Campos, Santomera, San Javier y Torre Pacheco); la vuelta del Tribunal de la Inquisición y del sistema feudal; la persecución contra la oposición y la fragmentación de la sociedad entre liberales y absolutistas. La masonería expandió su red de oposición al absolutismo con la apertura de las logias de Cartagena y Murcia, en 1816, por parte del general José María Torrijos y del teniente general Juan Van Halen.

El Trienio Liberal (1820-23)

En 1820, el general Rafael del Riego protagonizó un levantamiento nacional  contra el absolutismo. En Murcia, los huertanos conquistaron el poder bajo el liderazgo del liberal Juan Romero Alpuente. El éxito de la revuelta obligó al Rey Fernando VII a la aceptación de la Constitución de Cádiz de 1812. "Me habéis hecho entender vuestro anhelo de que se restableciese aquella Carta Magna promulgada en Cádiz… He jurado la Constitución por la cual suspirábais y seré siempre su más firme apoyo…Marchemos francamente y yo el primero por la senda constitucional". El Trienio Liberal supuso la derogación del absolutismo y del sistema feudal, la instauración de la monarquía parlamentaria y la división territorial del Estado en 15 regiones y 52 provincias. El reino de Murcia se constituyó en una región formada por las provincias de Murcia y Chinchilla. Además, el Gobierno liberal emprendió las reformas económica, con la desamortización de los bienes eclesiásticos; hacendística, con los intendentes provinciales; judicial, con la aprobación de un nuevo Código Penal; y la militar, con la creación de las milicias urbanas.

El reino de Murcia eligió como representantes en Cortes a los diputados Antonio Cano Manuel, Diego Clemencín Viñas, Juan Palarea Blanes, Damián de la Santa, Joaquín Torrens, Juan Alix, Antonio Pérez de Meca, Ramón Reillo, José Rodríguez Paterna y Bonifacio Sotos. Los diputados murcianos más destacados en el Trienio Liberal fueron Diego Clemencín, presidente del Congreso en 1821 y ministro de Gobernación en 1822; Damián de la Santa, ministro de Gracia y Justicia en 1822, y Juan Palarea, guerrillero y héroe de la Guerra de Independencia. La Constitución de Cádiz permitió el restablecimiento de los Ayuntamientos Constitucionales en la provincia de Murcia. Su número aumentó con la concesión de la independencia municipal a las pedanías murcianas de Sucina, Corvera, Algezares, Beniaján, Churra, El Esparragal, Javalí Nuevo, Monteagudo, Nonduermas, La Ñora, Puebla de Soto, El Raal y Santa Cruz. El desarrollo del liberalismo favoreció el incremento de las logias en la provincia, con la implantación de la masonería en Alcantarilla, Totana, Lorca, Caravaca, Cehegín y Mula.

La llegada del Trienio Liberal cambió el signo de la represión. Las autoridades provinciales encarcelaron a los líderes absolutistas en la cárcel de San Isidoro de Murcia. Esta medida radicalizó la oposición de los absolutistas, protagonistas en 1822 de un levantamiento fallido en la capital del Segura contra el liberalismo. El bandolero Jaime Alfonso 'El Barbudo', nombrado sargento de las fuerzas absolutistas, sembraba el terror en la provincia con sus acciones armadas al grito de "¡Viva Fernando VII¡", "¡Viva la religión y muera la Constitución¡". "Asaltó pueblos, destrozó lápidas de la Constitución, liberó de la cárcel a los absolutistas de Albatera y fusiló a tres alcaldes ", afirmó el periodista José María Galiana en el diario 'La Verdad'. Además, el terror infundido por Jaime Alfonso dio lugar a la concesión de ayudas económicas a su partida, aprobadas en sesiones públicas del Ayuntamiento de Murcia. A escala nacional, el general Juan Palarea abortó al frente de la Milicia un golpe de Estado de los guardias reales en Madrid. Mientras, la Regencia de Urgell (1822) preparaba un golpe de Estado contra el liberalismo con el apoyo del monarca.

El epílogo del absolutismo (1823-33)

El Rey Fernando VII reclamó la ayuda de las potencias absolutistas, aglutinadas en la Santa Alianza, para el derrocamiento del Trienio Liberal. La Santa Alianza consiguió el restablecimiento del absolutismo regio mediante la invasión del ejército de los Cien Mil Hijos de San Luis (por el Rey de Francia Luis XVIII) en 1823. El general Jean Joseph Molitor conquistó el reino de Murcia al mando del II Ejército. El ejército liberal evacuó la ciudad de Murcia y encontró refugio tras las murallas de Cartagena. Al final, el general Francisco Ballesteros firmó la capitulación del reino murciano, después de la caída de Lorca, ante la superioridad militar de las fuerzas invasoras. La victoria aliada significó el restablecimiento del absolutismo regio. "Intentan subyugarnos, arrancar de nuestras manos la Constitución y el Evangelio y atar a nuestros cuellos heroicos las enormes cadenas de la esclavitud. Tratan de arrancar de cuajo la última brizna de la raíz de la libertad", denuncia el diario 'El Correo Murciano'.

La fase final del absolutismo en España se caracterizó por la derogación de la Constitución de Cádiz y de todas las medidas aprobadas en el Trienio Liberal; la reimplantación de las instituciones del Antiguo Régimen; la aprobación de la reforma militar con la creación del Cuerpo de Voluntarios Realistas y la pérdida del Imperio español en el Centro y el Sur de América, tras la derrota en la batalla de Ayacucho (1824), con la excepción de Cuba y Puerto Rico. La dictadura absolutista se plasmó en la censura y el cierre de las universidades, focos de irradiación cultural de las nuevas ideas filosóficas. Fernando VII buscó la paz social mediante la concesión de una amnistía general a los liberales, a excepción del general Rafael del Riego, ejecutado por su levantamiento militar antiabsolutista de 1820. La Justicia también sentenció a muerte al bandolero Jaime Alfonso 'El Barbudo', a pesar de su condición de absolutista. Las fuerzas de seguridad de la provincia capturaron al bandolero por su plan para apoderarse de la ciudad de Murcia. 'El Barbudo' fue ahorcado en la murciana plaza de Santo Domingo el 5 de julio de 1824 y su cuerpo, descuartizado, expuesto en los distintos pueblos escenarios de sus fechorías "para dar escarmiento público". Al final de su reinado, Fernando VII transmitió la herencia de la Corona a su hija, la infanta Isabel, mediante la derogación de la Ley Sálica y la promulgación de la Pragmática Sanción en el año 1830.

Antonio Gómez-Guillamón Buendía