Carthago Spartaria
La ciudad de Carthago Nova fue la capital de la provincia bizantina de Spania, que se extendía por la costa entre Cartagena y Málaga.
Los 4 santos cartageneros
-San Leandro
-San Isidoro
-San Fulgencio
-Santa Florentina
Las luchas por el poder en el reino visigodo de Toledo facilitaron la instauración de la provincia bizantina de Spania en su territorio, en el siglo VI. El noble visigodo Atanagildo reclamó ayuda militar al Imperio Bizantino en el año 552 para derrocar al rey Agila, a cambio de compensaciones territoriales en la Península Ibérica. El emperador Justiniano envió una fuerza expedicionaria a la Bética para socorrer a las tropas de Atanagildo. La derrota del ejército real frente a los rebeldes en Sevilla motivó el asesinato del monarca por sus propios partidarios y propició la ascensión al trono de Atanagildo.
Los bizantinos fundaron la provincia de Spania en el año 555 con la idea de restaurar el Imperio Romano de Occidente. Su territorio abarcaba el territorio costero comprendido entre Carthago Nova (Cartagena) y Malaca (Málaga), más las islas Baleares, y por el interior entre Astigi (Écija) y Basti (Baza). El empezador de Bizancio designaba al 'magister militum Spaniae', gobernador civil y militar de la provincia. La pérdida visigoda de Carthago Nova provocó el traslado de la sede metropolitana de la provincia Carthaginensis a Toletum (Toledo) y la conversión de Begastri (Cehegín) en sede episcopal.
Los bizantinos convirtieron Carthago Nova en sede episcopal y capital de la provincia de Spania, bajo la denominación de Carthago Spartaria, y reconstruyeron la ciudad. Carthago Spartaria fue, además, sede episcopal durante la dominación bizantina. El 'magister' Comenciolo encargó una lápida conmemorativa de la reconstrucción de sus murallas. La inscripción dice así: "Quien quiera que seas, admirarás la torre y el vestíbulo de la ciudad, afirmados sobre una doble puerta. A la derecha y a la izquierda lleva dos pórticos con doble arco y una cámara superpuesta. El patricio Comenciolo mandó hacer esto enviado por el emperador Mauricio Augusto; grande por su virtud, maestro de la milicia hispánica, así Hispania siempre se alegrará por tal rector mientras los polos giren y el sol circunde el orbe". Esta placa constituye el mejor testimonio de la presencia bizantina en la Región de Murcia.
La invasión bizantina de Carthago Nova provocó el exilio a Sevilla de la familia de los cuatro santos cartageneros: San Leandro, San Isidoro, San Fulgencio y Santa Florentina. San Leandro fue obispo de Híspalis (Sevilla) y luchó contra la herejía arriana. Este santo convirtió al catolicismo a Hermenegildo, gobernador de la Bética e hijo del rey Leovigildo, y al monarca Recaredo en el III Concilio de Toledo (589). San Isidoro fue también obispo de Híspalis e impulsó la formación cultural del clero y la unificación litúrgica bajo su presidencia en el IV Concilio de Toledo (633). Entre sus obras destacan las 'Etimologías', una recopilación del saber clásico sobre las áreas del conocimiento, y la 'Historia de los godos, suevos y vándalos', una crónica literaria de Hispania bajo el poder de los pueblos germánicos.
El VIII Concilio de Toledo rindió homenaje a la figura de San Isidoro. "El extraordinario doctor, el último ornamento de la Iglesia católica, el hombre más erudito de los últimos tiempos, siempre nombrado con reverencia". San Fulgencio fue obispo de Cartago Nova (Cartagena) y, además, fue nombrado doctor de la Iglesia por Pío IX en 1880. Santa Florentina fue abadesa y fundó cuarenta monasterios en Hispania. Los restos mortales de San Isidoro se encuentran en la basílica de su nombre en León (siglo XI) y los de San Leandro, San Fulgencio y Santa Florentina reposan en una urna de plata de la catedral de Murcia.
Los visigodos vieron en la provincia de Spania una amenaza a su hegemonía peninsular. El rey Leovigildo conquistó a los bizantinos el interior de Spania en la 2ª mitad del siglo VI y el rey Sisebuto les arrebató Malaca y Carthago Spartaria a principios del siglo VII. Los visigodos destruyeron Carthago Spartaria en su reconquista, "apenas quedan ruinas", lamentó San Isidoro. El rey Suintila expulsó a los bizantinos de Hispania en el año 622.
Antonio Gómez-Guillamón Buendía