Tenemos noticias sobre "juegos de toros" desde 1551, consistentes en lances de toros o correrlos. Eran organizados por el Concejo en la plaza Mayor, preparando un tablado para las autoridades. Los comisarios nombrados para su organización compraban las reses en Andalucía o Albacete. Una vez finalizado el evento, los toros eran sacrificados, poniéndose a la venta carne y piel. En ocasiones, los agricultores locales prestaban el ganado que les era devuelto tras las fiestas.
Tras la fecha aludida anteriormente, se vuelven a celebrar fiestas de toros en la segunda mitad del siglo XVI, por motivos de lo más variopinto: victorias españolas por los campos de batalla europeos, festividad de la Virgen, fiestas de la Cruz o día de San Francisco, si bien de forma esporádica.
Comienza el siglo XVII con festejos de toros por diversos nacimientos reales, siguiendo alguno relacionado con la Cruz o por San Roque tras ser vencida la peste. También el Corpus Christi fue una ocasión para realizarlos. Debemos destacar que no siempre era el Concejo su organizador, ya que incluso la Cofradía de Jesús Nazareno celebró fiestas de toros para recaudar fondos.
En el siglo XVIII, en 1712 y 1720, se repite el sistema para conseguir ingresos para realizar la fachada de la iglesia de la Vera Cruz. La fórmula se repite en 1747 para poder pagar reformas en el ayuntamiento, acondicionándose la plaza pública, como en ocasiones anteriores. También el Templete se surtió de los fondos obtenidos con la organización de corridas de toros en 1762.
No comenzó de forma diferente el siglo XIX, si bien ya con "toros de muerte". En 1800 se organizaban doce corridas para financiar las conducciones de agua de la Chopera de Caravaca. La Cruz, y en su representación sus mayordomos, volvió a utilizar las corridas de novillos para sufragar sus gastos en los años siguientes. En 1815 el ayuntamiento ya dicta un bando relativo al orden a seguir en las fiestas de toros, pidiendo moderación, prohibiendo los gritos y arrojar objetos a la plaza, entrar en ella, etc.
Tanto en 1815 como en 1829 se celebraron fiestas de novillos embolados, celebrándose en esta ocasión en el castillo y no en la plaza local de la Constitución o del Arco como era costumbre. A partir de 1844 vemos una inflexión en la organización de las novilladas, ya que no serán los mayordomos o el ayuntamiento quienes las organicen, sino los comerciantes Julián Martínez Oliva y Pedro García, montando una plaza de madera en el castillo. En 1876, volvían a celebrarse corridas pero retornaban a la plaza local.
Ricardo Montes
Este artículo es una síntesis del libro de Francisco Fernández, Toros en Caravaca, con algunas aportaciones de la prensa regional del siglo XIX y principios del siglo XX.