Fuentes Públicas

   Las fuentes públicas en las ciudades romanas estaban situadas en distintos espacios públicos y, aunque no está documentada ninguna en Carthago Nova, es de suponer su situación en el Foro, en las entradas de la ciudad y en los lugares y plazas más estratégicas de la ciudad. De ellas se abastecían los que, por distintos motivos, no disponían de agua en sus viviendas, también eran elementos de ornato ciudadano: El caudal se controlaba mediante grifos y en las épocas de abundancia el agua caería libremente por las bocas de las fuentes. La tipología era muy variada, desde un simple caño embutido en piedra, que dejaba caer el agua sobre una pileta, hasta las más ornamentadas, situadas en lugares importantes, con una fachada adornada con relieves y figuras, y el agua fluyendo a través de la boca de una cabeza de león, un ánfora u otros elementos propios de la ciudad.

   Termas

   De esta forma podíamos describir una Terma (Thermae) romana: Alrededor de un patio central, llamado palestra, donde se podía practicar ejercicio, se encontraban el apodyterium o vestuario, el caldarium o habitación que contiene el alveus (piscina de agua caliente), el laconicum o baño de vapor, el tepidarium o piscina de agua templada, y el frigidarium o piscina fría. En algunas ocasiones todas estas instalaciones se duplicaban, aunque a un tamaño más reducido para las mujeres.

   Las Termas de Carthago Nova, o quizás deberíamos de decir una de las Termas, fueron descubiertas en el año 1982 en unas excavaciones realizadas en la calle Honda. No están descubiertas en su totalidad por que continúan bajo otros edificios de imposible excavación, pero aún así se pudieron documentar los baños calientes y fríos habituales de estas construcciones de carácter público. Su situación dentro del espacio cívico es la más idónea para la recepción de agua y su evacuación, encontrándose situadas al pie de la colina en cuya cima está el Castellum Aquae y cerca del espacio portuario, donde se verterían las aguas utilizadas. 

   Vivienda

   La civilización romana alcanzó hace veinte siglos algo que no se volvería a lograr hasta finales del siglo XIX y principios del XX, en plena revolución industrial: el abastecimiento y distribución de agua a las viviendas, comercios e industria de las ciudades. Cierto es que, no a todas las viviendas, por dificultades técnicas o imposibilidad de la propia red.

   En las casas acomodadas disponían de dos tipos de cisternas, con diferentes funciones, la primera estaba situada en uno de los lugares más elevados de la vivienda para aprovechar la presión y se llenaba con agua procedente de la distribución pública para tener una reserva en caso de necesidad, y en segundo lugar la cisterna-pozo, situada bajo el patio central, que recogía el agua de lluvia de los tejados inclinados, disponiendo en algunos casos de brocal.

   Industria

   La distribución de agua para su uso en industria y comercio era otro de los apartados que los romanos tenían en cuenta. En Carthago Nova, por el tipo de establecimientos industriales, era muy necesaria para los relacionados con el esparto, los tintes, salazones y la aguada requerida por la actividad portuaria. También se documenta en establecimientos comerciales tabernae. En general todos ellos requerían unas cisternas de mayores dimensiones que las descritas para las viviendas por la mayor cantidad de agua requerida en sus procesos. A ellas, sin duda, pertenecen los restos de grandes cisternas encontradas en excavaciones cercanas a la zona portuaria y faldas de las colinas del Molinete y Concepción. 

   Minería

   Aunque la zona minera excede del ámbito de Carthago Nova, la ciudad sí es reconocida como la capital de la plata y el plomo en el mundo romano por su proximidad a los yacimientos. No tenemos aún una investigación arqueológica sistematizada sobre los restos romanos en las zonas mineras de La Unión y Mazarrón, aunque diversos descubrimientos nos permiten atisbar un gran plan hidrológico relacionado con la explotación romana de las minas.

   El uso de la tecnología hidráulica permitió el transporte y la separación mediante lavado de los minerales que originó, como no se había hecho antes, un incremento de la producción en el siglo I a.C., impensable hasta entonces. El ejemplo más representativo sobre los problemas de desagüe está documentado en el Coto Fortuna en Mazarrón, donde se hacía circular el agua por una galería de 1.800 metros y 1,3 x 2 metros de sección a 70 de profundidad. También han aparecido restos de una noria romana de elevación en el Cabezo Rajao. Igualmente se encontró, durante las explotaciones a cielo abierto en el siglo XX, una bomba de doble efecto (bomba de Tesibio), construida en plomo, para aguas limpias, de origen romano, en la Cantera Emilia en La Unión. Estos descubrimientos indican un masivo empleo de agua en las zonas mineras de Carthago Nova-La Unión-Mazarrón, cuyo origen hasta el momento es desconocido.