Plano de Villamarzo. Representa Carthago Nova con el Estero y el Mar de Mandarache en el siglo I
Plano de Villamarzo. Representa Carthago Nova con el Estero y el Mar de Mandarache en el siglo I


   Para los romanos, como sucedería hasta mediados del siglo XX, el abastecimiento de agua en Cartagena constituyó uno de los principales problemas a los que se enfrentaron. Tras la conquista se encontraron en posesión de un gran puerto militar, situado en una de las bahías naturales más importantes del Mediterráneo Occidental, pero con el inconveniente de la carencia de un elemento tan esencial como el agua.

   En las ciudades romanas la relación con el agua era una constante y constituía uno de los elementos básicos de las obras urbanas para uso público y privado, fuentes, termas, viviendas e industrias. El ejemplo clásico más preciso sobre una ciudad romana es Pompeya, ya que es la única ciudad romana de la que se conoce su estructura, tras ser enterrada por la erupción del Vesubio el 24 de agosto del año 79 de nuestra era. Por tanto conserva los depósitos, Castellum Aquae y particulares; la entrada del acueducto; termas; canalización por tuberías y el alcantarillado.

   Este modelo de distribución de agua era el usual en todas las ciudades romanas, y lo fue también en Carthago Nova. Es de suponer que en la nueva ciudad construida sobre la planta de la ciudad púnica se fuera tejiendo un nuevo sistema de canalizaciones de llegada y evacuación de agua, que era requisito imprescindible para la forma de vida romana.

   De esta red ofrecen vestigios las excavaciones realizadas en la ciudad, habiéndose encontrado restos de: el Castellum Aquae, Cisternas, Termas, Fuentes, Tuberías de plomo y de cerámica, (el tubo de piedra era empleado usualmente en los acueductos), y finalmente una extensa red de alcantarillado, que coincidía con las calles principales. Tras la destrucción de la ciudad y esta red, siglos más tarde, podemos decir que Cartagena no contaría con un sistema de aguas tan perfeccionado como el romano hasta las postrimerías del siglo XIX y la llegada del agua del río Taibilla a mediados del XX.