La liebre es un animal originario del Continente Europeo que ha sido fundamental para la alimentación desde la Prehistoria. En este sentido, en el Cabezo Gordo de Torre Pacheco, han aparecido huesecillos que posiblemente correspondieran a una especie de conejo o liebre consumida por el hombre de Neandertal en el Campo de Cartagena. También en algunas cuevas y abrigos del sureste español (entre ellos la zona de Nerpio, relacionada directamente con la Comarca del Noroeste murciano) el ser humano epipaleolítico y neolítico dejó retratos de esta especie en pinturas rupestres.
En yacimientos argáricos de la Región de Murcia, como La Bastida de Totana, han sido recuperados vestigios relacionados con la alimentación de sus pobladores, encontrándose huesos de animales cinegéticos o estabulados como ovejas, cabras (doméstica y montés), ganado vacuno, cérvidos, canidos (perros y lobos), suidos (cerdos y jabalís), así como conejos y liebres.
Aunque ya el historiador griego Polibio hablaría de ellas, sería la cultura romana quien tendría a este animal como uno de los productos cárnicos que se degustaban en sus cenas o comidas vespertinas, junto a pescados, salazones, verduras, cereales y vinos. Incluso el historiador romano Plinio hablaría sobre estos animales y, en concreto, mencionaría su capacidad para la superfetación.
Durante la Edad Media, el gusto por la caza haría que los nobles castellanos reflejaran la abundancia de este animal en algunos de sus legajos. Así, Don Juan Manuel, personaje relevante en la Región de Murcia durante los siglos XIII y XIV, menciona en su obra El libro de la caza (1325-1326) la presencia de ejemplares de halcones, grullas, garzas, flamencos, perdices y liebres en las poblaciones de Cartagena, Lorca, Totana, Librilla, Sangonera, Churra, Monteagudo y Yecla.
Posteriormente, ya en los siglos XVIII-XX, serían introducidas por los europeos en Sudamérica, Australia y Nueva Zelanda.
Reproducción y cría
Las liebres permanecen en celo durante todo el año, aunque este ciclo se puede ver condicionado por la disponibilidad de alimento y, en menor medida, por una climatología favorable, con alta insolación y temperaturas suaves o frescas.
La gestación de las liebres dura entre 42 y 44 días, dándose casos de superfetación (sobre todo en cautividad) en los que tras ser fecundado un ejemplar hembra es capaz de seguir produciendo óvulos que son fecundados al poco tiempo, desarrollándose diferentes embarazos que darán lugar a partos distanciados en el tiempo.
Otro fenómeno en la reproducción de la liebre es la 'partenogénesis'. Tras la fecundación la hembra retiene en su organismo parte del esperma del macho, pudiendo lograr nuevos embarazos sin necesidad del acoplamiento.
En las liebres también se produce la reabsorción de embriones fecundados y posteriormente fallecidos.
Las liebres jóvenes presentan dos partos anuales, que aumentan a 3 y 4 transcurrido el segundo año de su edad fértil. En cada uno de ellos tienen de 1 a 4 lebratos (1-2 las jóvenes y excepcionalmente 8 con más años). Estos lebratos nacen ya cubiertos de pelo (al contrario que los conejos), permaneciendo inmóviles hasta su primera lactancia. Pasados tres días, la madre busca distintos lugares para depositar a las crías y visitarlas tan sólo para amamantarlas, ya que pueden desenvolverse por su cuenta.
Los ejemplares de liebre alcanzan su madurez sexual a los 12 meses de edad y pueden llegar a vivir en libertad entre 7-9 años, alargándose su vida hasta los 12 años en cautividad.