Las esculturas funerarias en la Hispania romana dan testimonio del culto a los muertos. Los romanos tenían la creencia de que la construcción de una escultura contribuiría a la inmortalidad de la imagen del difunto. Las piezas escultóricas talladas en honor de los fallecidos eran un símbolo de alto estatus, de pertenencia a la clase patricia de la sociedad romana. Los pobres de clase plebeya no recibían el homenaje familiar o popular y eran enterrados en fosas comunes, cayendo en el más completo olvido.
Los romanos utilizaron generalmente sarcófagos y estelas o bajo relieves como esculturas funerarias en homenaje a los difuntos. También los ciudadanos particulares utilizaron estatuas icónicas en sus monumentos funerarios. En este sentido, la obra más sobresaliente es la denominada Pudicitia, conservada hoy en el Museo de Murcia, estatua femenina ataviada con palla.
El Museo Arqueológico Municipal de Cartagena conserva relieves funerarios. Es el caso de un gran bloque prismático, rectangular, realizado en caliza. En su frente aparece una figura masculina cubierta con un manto, con el brazo derecho flexionado y la mano sobre el pecho. Este palliatus sería obra de un artesano al servicio de un individuo local romanizado. El otro relieve se encuentra en una pequeña placa funeraria bajo el epitafio del liberto Cneo Atellio Toloco. Representa una escena de trabajo agrícola, con un campesino vestido con corta túnica ceñida por cinturón, empujando un arado del que tira una pareja de bueyes. Se data en la primera mitad del siglo I d.C.