Carthago Nova conserva un nutrido grupo de esculturas originariamente emplazadas en los espacios más relevantes de las domus de familias adineradas. A través de este tipo de esculturas es posible conocer las modas, gustos sociales, niveles adquisitivos y pretensiones socioculturales de los antiguos habitantes de Carthago Nova.
La escultura romana se caracteriza principalmente por el busto del personaje retratado, así como sus manos y antebrazos. El resto del cuerpo se construye frecuentemente por separado. Con el paso del tiempo, esta tendencia evoluciona pasando a modelos de medio cuerpo en el siglo II. La acentuación de los detalles del rostro delata la influencia etrusca de la escultura romana y el uso como figura votiva que busca reflejar con la mayor fidelidad posible las características de un difunto o antepasado.
Se trata de obras generalmente de formato medio y, sobre todo, pequeño. Así, encontramos hermas con evocaciones de personajes del ciclo báquico, estatuas de ninfas, reelaboraciones de afamados tipos iconográficos de musas y oscillae suspendidos de los intercolumnios. En ocasiones, estas esculturas, además de un uso ornamental, también tuvieron algún otro uso específico, como por ejemplo es el caso de las estatuas utilizadas como surtidores en las fuentes, dispuestas por lo general dentro de nichos o en espacios abiertos.