La ciudad romana de Carthago Nova contó con un paisaje urbano colmado de estatuas y obras escultóricas, de las que aún conocemos muy poco. No obstante, lo conservado, a pesar de fragmentario, permite reconstruir la imagen de una ciudad opulenta, en donde distintos tipos de mármol se pusieron al servicio de los gustos e intereses de una sociedad dinámica y compleja.