En el mercado
La lima está disponible en el mercado durante todo el año, pudiendo encontrarla básicamente en fresco.
Para adquirir ejemplares que muestren óptimas condiciones de calidad deben presentar la piel o cáscara lisa, tersa, con brillo y de tonalidades verde intenso (aunque dependiendo de la variedad también pueden ser amarillas). Algunas limas presentan manchas marrones en su piel que, aunque restan atractivo a su aspecto, no interfieren en el sabor de la pulpa. En la mano las piezas tendrán un buen peso, rechazando aquellas que den sensaciones blandas o desecadas, ya que son síntomas de falta de frescura.
Las limas son cítricos muy delicados, por lo que se debe llevar cuidado al manipularlas, evitando que pierdan agua. Por otra parte, si permanecen largo tiempo expuestas a luz intensa, su piel se torna amarillenta y atenúan su sabor ácido.
Las limas se pueden conservar durante una semana a temperatura ambiente, guardando todas sus propiedades físicas y nutritivas, aunque en el interior del refrigerador pueden aguantar mucho más tiempo. También es posible congelar la cáscara o el zumo.
En la mesa
Es habitual tomar la lima como aderezo de otras frutas, tales como mango o papaya, y ensalzando el sabor de ciertas recetas, resultando poco frecuente el consumo en fresco.
El jugo, la cáscara rallada y la corteza, se emplean en la elaboración de postres como bizcochos, cremas y tartas, para conseguir contrastes entre sabores ácidos y dulces.
En las zonas costeras de la Región de Murcia sustituye, en ocasiones, al limón en platos de pescado o marisco, aportando su intenso aroma y sabor.
Además con su jugo se elaboran toda clase de bebidas refrescantes y cócteles, como la caipirinha o el ponche de ron de las Antillas.