Existen diferentes hipótesis acerca del origen del nabo, dominando en la actualidad las que lo sitúan en Europa o Asia Central.
La variedad silvestre era consumida por la sociedad cazadora-recolectora que habitó el continente europeo durante el Paleolítico y Neolítico, con antelación a la introducción de la agricultura. Sería en este segundo periodo cuando comenzó a cultivarse, siendo introducido en la vertiente mediterránea por griegos y romanos. Estas dos culturas desarrollarían diferentes variedades de nabos a partir de la especie silvestre, incluso algunos de sus más prestigiosos gastrónomos dejarían escritas recetas elaboradas con estas hortalizas cocidas junto a otros ingredientes.
La facilidad para su cultivo en los suelos europeos, así como la benevolencia del clima templado, constituirían dos de los acicates principales para que, durante la Edad Media, el nabo se convirtiera en uno de los alimentos más relevantes en el consumo de todas las clases sociales (especialmente las más desfavorecidas).
Durante el siglo XVIII la introducción de la patata desplazaría al cultivo de nabos a un segundo plano, cayendo en el olvido en países como Alemania y Francia, donde había constituido un alimento prácticamente diario.
Actualmente su cultivo se encuentra extendido, en mayor o menor medida, en los países de la Europa Mediterránea, Alemania y el sur de Estados Unidos. Muchas de estas plantaciones se dedican a la alimentación de ganado.
Referencias históricas en la Región de Murcia
En la Región de Murcia el cultivo ancestral de nabos es recogido en numerosos documentos y textos. Algunos de los más significativos son:
Diego Riquelme Rodríguez en "Más sobre antiguos templos de Alcantarilla" refiere que "A partir del siglo XIV abunda la producción de arroz. Y entre las hortalizas, se citan para no pagar diezmos, las coles, espinacas, nabos, zanahorias, berenjenas, calabazas, lechugas, ajos y cebollas y entre las legumbres los garbanzos, habichuelas y guisantes".
Juan Torres Fontes en "Los cultivos murcianos del siglo XV" muestra que "en la renta de las minucias que no pagaban diezmo, se comprendían: coles, espinacas, nabos, zanahorias, berengenas, papiniellas, carabagas, alcager, alfalfe, lechugas, ajos, cebollas, peras, manzanas, ciruelas, etc".
Juan Guirao García en su artículo "Sones Tañidos y clamores en la Lorca renacentista" presenta las ventas en diferentes plazas de la ciudad del sol: "En la Plaza de Adentro 'la del Caño' las voces de hortelanos y regatones que pregonan las frutas y frutos de la tierra: brevas, nabos, albercoques, ciruelas, níspoles, bellotas, membrillos, coles, granadas, melones, dátiles, manzanas, berenjenas, castañas, pepinos, uva, peros y peras...".
Francisco J. Flores Arroyuelo trata la huerta de Murcia a primeros del XIX en su obra "Sociedad Murciana e Ilustración", aportando datos relacionados con diferentes plantaciones como: "En legumbre solamente se empleaban unas 2.000 th. Y unas 200 fan. en los años de lluvia abundante; en cultivo de nabos, tubérculos y raíces unas L(XX) th".
Por último, Antonio Pérez Gómez en su artículo "Murcia en los viajes por España" hace referencia al libro de viajes Wanderings in Spain que Augustus J. C.Haré publicó en 1896, destacando entre sus páginas diferentes referencias a Murcia, concretamente a algunos de sus cultivos: "En tubérculos y hortalizas abundan la patata, la batata dulce, aquí llamada «moniato», la col, coliflor, girasol (cuyas semillas son buena parte de la alimentación de algunos pobres), nabos, rábanos, lechugas, cebollas y pimienta".
Producción en la Región de Murcia
En la actualidad la Región de Murcia, según datos oficiales, muestra cifras que engloban "nabos y otras (cultivos herbáceos)", con una media de 10 hectáreas de cultivo anuales (con un pico máximo de 14 en 2002), que producen aproximadamente 105 toneladas (también con un pico máximo en 2002 de 258 toneladas).