La Peste en el reino|La Peste en Cartagena|


    La peste en el reino murciano

    Fue el día 27 del mes de Enero cuando empezó a susurrarse por la población la infausta noticia de que había peste en algunas ciudades del reino de Murcia y, ante el incremento que tomó la nueva y la alarma que produjo, el Ayuntamiento pone en vigor todas las disposiciones  adoptadas en años anteriores y manda un propio a Murcia con una carta para el Sr. Corregidor, suplicándole diga lo que hubiera de verdad sobre la peste para guardarse de ella. Dos días después, estaba de  vuelta el propio con la siguiente contestación: "Las noticias que aquí se tienen de la ciudad de Orihuela y otras partes, son las mismas que antes en razón del contagio y aún hoy tiene más viveza la enfermedad, conforme a lo que se ha reconocido, y así esta ciudad está con todo cuidado y el mismo conviene se tenga en esa que tanto importa a la vida. Aquí, conforme con lo que los médicos insinúan, son unas calenturas malignas, dolores de costado y tabardillo que a los enfermos dan muerte con mucha celeridad. Dios lo remedie como puede y a V. S. guarde los muchos años que deseo". Murcia 2 de  abril del 1648. D. Martín de Reina y Narváez.

   Medidas generales

    Ante la gravedad que encerraba esta carta y, que el mismo propio dijo que en Murcia también se padecía de la peste, el cabildo manda pregonar por toda la ciudad y su término las disposiciones tomadas el año anterior, agravándolas con pena de doscientos azotes y cuatro años  de galeras a los contraventores y da órdenes a los guardas de los caminos y de las Puertas, no dejen entrar en la ciudad ni su término a las personas que lo pretendieran, mandándoles alejarse, y no obedeciendo, fuesen escopeteados ante testigos. Asimismo, se despachó un sujeto con la carta del corregidor a las villas de Lorca, Totana, Librilla, Fuente Alamo y Mazarrón, para que se guardasen de la peste.

    Las familias pudientes, provistas de todas clases de víveres que pudieron encontrar a precios fabulosos, huyen de la ciudad, refugiándose en sus haciendas del campo, si las tenían, o en casas alquiladas en cantidades elevadas, y el Ayuntamiento envía a Murcia al cirujano Andrés  de Alcalá acompañado del Doctor Andrés Chaves, para que este hiciera una información sobre la epidemia. Este facultativo recibía de salario al año cuatrocientos ducados, con alto disgusto de los regidores, porque no asistía a los pobres con el amor y desinterés a que estaba obligado.

    Tres días estuvieron los comisionados en la capital y, a su vuelta a Cartagena, presenta el médico a la Corporación Municipal el siguiente informe: "D. Andrés de Chaves, Médico de esta ciudad de Cartagena digo, que cumpliendo con el acuerdo de esta Ciudad estuve en la de Murcia a reconocer la epidemia que allí corre que es una fiebre epidemia maligna y contagiosa con accidentes muy rigurosos y bubones en las ingles y tumores en los brazos, parótidas en las orejas, secas en las glándulas del cuello, carbunclos en muchas partes del cuerpo, con otros  incidentes perniciosos de que han muerto muchos con brevedad y, aunque es verdad que hasta ahora esta enfermedad está entendida diferentemente de los médicos de la dicha ciudad, unos juzgándola por más sospechosa de peste que otros, a mi me parece, según lo que he visto y conferido, que al presente no se puede calificar por peste legítima porque los accidentes referidos suelen venir acompañados de tabardillos y otras calenturas maliciosas sin infección del aire, ni contagio  pestilente que siempre es necesario de esencia para declarar por peste cualquier enfermedad.

    Pero con todo eso, por ser como es esta enfermedad muy difícil de conocer a los principios, como lo fue en Valencia el año pasado antecedente de seiscientos cuarenta y siete, donde no se determinaron los médicos de aquella ciudad a declarar que era pestilente el mal que corría, de que se siguieron grandes daños y estragos general de sus vecinos y, por estar como está ahora de presente infeccionados los lugares de Orihuela y Elche que confinan y parten jurisdicción con la dicha ciudad de Murcia, de donde por la vecindad pudo habérsele comunicado algún daño, me parece que seria lo más seguro que esta ciudad se debe guardar de la de Murcia, estando tan cercana  como está la una de la otra, y de lo contrario se pueden seguir grandes inconvenientes en la salud y bien público porque aunque como he dicho, la causa por ser tan oculta de la infección del aire no está averiguada, podría ser, cuando llegara a declararse, no tener remedio y ser  inútil entonces la guarda, después de extendido el mal hasta esta ciudad, de más que lo que se conoce y está averiguado es que, la enfermedad que corre en la ciudad de Murcia es aguda, maligna y contagiosa, y a esto debe estar atenta esta ciudad para hacer cualquier diligencia en  razón de su conservación y guarda del mal que la amenaza, y así lo entiendo por lo que debo a mi oficio y al bien público que a mi cargo tengo, y este es mi parecer y lo firmo". Cartagena 7 de abril del año 1648.

    Después de oída religiosamente la lectura de este informe por los señores regidores, acordaron mantener una vez más cuantas disposiciones se tenían dictadas para evitar el contagio y elegir por sorteo los capitulares que acompañados de hombres armados deberían salir por turno a la guarda del campo, con severísimas instrucciones para impedir la entrada en Cartagena y su término a las personas procedentes de lugares sospechosos de peste. Fueron elegidos los señores siguientes: D. Juan Carlos Tacón, D. Juan de Lorca, D. Pedro Francisco Rato, D. Martín de Ortega, D. Ginés de Calatayud, D. José Lamberto, D. Bartolorné Segado, D. Ginés de la Jara, D. Luis de Cáceres, D. Pedro Segura y D. Diego de Lafuente Pallarés. También los moradores del campo, alarmados por la desconsoladora noticia que les llegaba de los estragos que la peste estaba causando en Murcia, se juntan en cuadrillas armadas de escopetas y arcabuces y rechazan a tiros a los desconocidos, ocasionando sangrientas escenas que se comentaron mucho tiempo después, sin llegar a determinarse de una manera cierta la verdad de lo ocurrido.

    La peste en Cartagena

    A pesar de las medidas preservativas puestas en práctica por el Concejo, no pudo evitarse que la ciudad padeciese la temible epidemia. No consta, a punto fijo, el día en que se dieron los primeros casos de peste, pero parece que fue a mediados de abril y, teniendo noticias el Ayuntamiento de haber muerto de hambre varias personas, toma 2.000 reales de las rentas de Propios y se las entrega al cura de la parroquial, Fray Baltasar Borrás, para distribuirlos entre los pobres de solemnidad, y el Alcalde D. Francisco Orzues de Avellaneda, ordena, el día 18, a los médicos D. Andrés Chaves, D. Juan Maldonado y D. Lorenzo de la Vega, reconozcan e informen sobre los muchos enfermos que existían en la población.

    Tan rápidamente cumplieron el encargo los facultativos que, al día siguiente, entregan al Alcalde Avellaneda el siguiente informe, que dice más de cuanto pudiéramos decir por cuenta nuestra: "Los Doctores D. Andrés Chaves, D. José Maldonado y D. Lázaro  de la Vega, médicos de esta ciudad, en virtud de lo acordado por los Sres. Justicia y Regimiento de ella, decimos que esta ciudad se halla en un estado muy infeliz y mucha parte de los vecinos de ella enfermos de un mal contagioso que es calenturas malignas pestilentes con accidentes de bubones, carbunclos y secas, con tanto veneno y malicia que muchos han muerto al primer día del mal y algunos al tercero, y aunque es verdad que no es peste calificada, porque el vicio y corrupción del aire que es precisamente necesario para que lo sea no está averiguado, pero está tan declarado el contagio y malicia que suele matar gran parte de cada familia donde la emprende, pegándose a unos de otros, y aunque mucho de presente, tememos más de futuro, especialmente con las vecindades de Murcia y Orihuela donde el contagio anda tan furioso que ha muerto muchísima gente, y ser el tiempo de primavera caliente y húmedo, muy dispuesto para crecer este daño, si Dios con su infinita misericordia no lo remedia, pues cada día va esforzándose este contagio.

    Y sobre la enfermedad, es tanta la necesidad de la mayor parte de los vecinos, que mueren de hambre por la mucha esterilidad de este año, que no es pequeña causa de la dicha enfermedad, y así debe empezar su remedio del socorro para el sustento, y conviene se haga separación entre sanos y enfermos en lugar apartado fuera de los muros de la ciudad donde se lleven a curar y se les de todo lo necesario de alimentos y medicinas, y, quien lo ejecute, para lo cual es necesario que luego sin dilación alguna se tome resolución antes que quede destruida esta ciudad, y de no haberlo hecho antes, se ha seguido el haberse aumentado el daño y los muertos que cada día se ve, cosa que es contra el servicio de Dios y de S. M. pues la conservación de la república es y debe ser la primera atención de los que la gobiernan y así, por lo que toca a nuestro oficio, como por su parte de esta república, no sólo damos nuestro parecer en esta forma, sino de parte de Dios Nuestro Señor y de S. M. que Dios guarde, suplicamos y pedimos con todo encarecimiento a V. S., sea servido disponer con toda brevedad posible los medios convenientes para la salud de esta república,   pues es cabeza de ella, que en esto hará un gran servicio a Dios y a S. M., que tanto interesa en la conservación de este puerto que es la llave de toda España, y este es nuestro parecer". Dado en Cartagena, en 30 de abril del 1648. Este documento, declaración oficial de la epidemia de peste bubónica en Cartagena, produjo la natural alarma y sobresalto, y fueron muchos los vecinos que, aterrados y medrosos, huyeron, internándose en los montes vecinos, cuyas cuevas se disputaron violentamente.