A principios del siglo XVII, después de casi ochocientos años, el reino de Al-Ándalus vio su fin cuando se llevó a cabo el decreto de Felipe III que ordenaba la expulsión de todos los moriscos de la Península Ibérica. Los motivos más significativos en los que se basó el decreto hacían referencia a los frecuentes enfrentamientos entre ambas culturas, musulmana y cristiana, producidos por la actitud engañosa de los musulmanes cristianizados poco convencidos de su nueva fe y a la posible alianza de los moriscos con los turcos y berberiscos que atacaban constantemente las costas del Levante español. A esto se añadía la impopularidad de los musulmanes entre la población y la necesidad del Estado de controlar sus riquezas y valores.
Entre 1609 y 1615 se produjo la expulsión total de los moriscos. Para ello se utilizaron treinta mil soldados y cientos de buques de guerra para transportarlos hasta Túnez y Marruecos, así como a otras islas del Mediterráneo. Las zonas mas afectadas fueron los reinos de Valencia y Murcia, siendo este último el lugar más significativo pues se convirtió en el último reducto de los moriscos que se resistieron a salir de la Península Ibérica. Concretamente los moriscos del Valle de Ricote, que habían convivido durante cientos de años en simbiosis con la población cristiana, pidieron al rey Felipe III que reconsiderara su expulsión en un acto de magnanimidad y clemencia.
El monarca no claudicó y las expulsiones comenzaron en diciembre de 1613. Entre el 3 y el 13 de ese mes, las tropas cristianas detuvieron a los moriscos de Villanueva del Río Segura. Los días 17 y 18 llegaron a Cartagena los moriscos de Ricote para su expulsión a Mallorca, concretamente fueron doscientas mujeres casadas. El segundo grupo salió el 25 de enero de 1614 rumbo a Orán. En enero fueron unos 270 moriscos quienes marcharon a Génova, Liorna y Nápoles. Desde Abanilla y Fortuna salieron cerca de 1.700 moriscos, un millar de Pliego y de las pedanías murcianas de Javalí, La Ñora o La Raya. Quedaron prácticamente deshabitadas poblaciones como Ceutí, Campos del Rio, Lorquí y Las Torres de Cotillas. A todo ello hay que añadir que la Inquisición sentenció y ejecutó entre 1557 y 1568 a 154 moriscos por practicar la religión islámica. Entre 1562 y 1585, 17 personas del Valle de Ricote, de las que 16 eran de Blanca (entre ellas los alcaldes Luis Ramí y Francisco Jufré) fueron ejecutados, siendo el resto expoliado de tierras y propiedades, torturados y expulsados.
Arraigados a su tierra natal, muchos de los moriscos regresaron de incógnito, permaneciendo ocultos y creando familias que durante siglos vivieron en el Valle de Ricote, Albudeite, Fortuna y Abanilla. Jerónimo Medinilla, visitador de la Orden de Santiago, censó en 1634 ante su sorpresa una gran cantidad de moriscos que habían regresado o no habían sido expulsados y vivían en el Valle de Ricote de forma ilegal, bajo el yugo de la Inquisición y la ley. Muchas de esas ramas familiares moriscas, bajo apellidos castellanos, han llegado hasta nuestros días.