De la mano del viajero inglés Joseph Townsend, que visitó la ciudad entre 1786 y 1787 anotando agudísimas observaciones de su entorno, y de lo publicado por algunos historiadores sobre el siglo XVIII cartagenero (R. Torres Sánchez, J. M. Rubio, M. T. Pérez-Crespo, J. P. Merino, F. Henares, etc.), realizaremos una visión panorámica de lo que pudo ser la ciudad y campo de Cartagena en el atardecer del siglo de la Ilustración.
A grandes rasgos
A fines del siglo XVIII Cartagena recupera el papel histórico y parte de la envergadura política y económica que había tenido en el pasado clásico. Su crecimiento era paralelo esta vez al experimentado por el propio estado español y se beneficiaba ampliamente de los efectos de una política de ''trato especial'' con la que había sido favorecida por la monarquía borbónica.
Los resultados eran evidentes, no sólo en la prosperidad económica, política y social alcanzada, sino también en el gran salto experimentado en número de habitantes, transformación urbana, colonización definitiva de su campo, etc., pero sobre todo en el enorme protagonismo que acabó teniendo en la política exterior española, de tal suerte que en esa época constituía Cartagena una de las principales capitales borbónicas.
Visto desde la perspectiva multisecular, a un pasado medieval aciago había correspondido una esplendorosa Edad Moderna cartagenera, cuyo progreso continuado se había iniciado en las primeras décadas del siglo XVI y se había mantenido sin grandes alteraciones (salvo leves recesiones coyunturales) a lo largo de todo el período. Las inversiones del capitalismo extranjero y la apuesta militar de la Monarquía por el puerto de Cartagena serían los grandes motores de esta nueva fase de prosperidad, cuyas manifestaciones más evidentes hoy abordamos.
Francisco Velasco Hernández
Revista Cartagena histórica, nº 5