Algo se ha escrito y estudiado sobre el hundimiento del Castillo de Olite, lo conocemos en su proceso, formando parte de aquellos confusos días que precipitaron el final de la Guerra Civil, sin duda no ha merecido la importancia real que la muerte de 1500 hombres pueda tener, cierto que estamos en una guerra, y en ella la muerte es casi lo cotidiano, pero aquí no es la muerte de unos soldados en combate, es más, la forma tan absurda de morir por nada y para nada.
Culpables, claro que existen, víctimas muchas pero lo que se desprende de todo este incidente es un ''tufillo'' de desorganización, improvisación e incompetencia que misteriosamente no aparece reflejado por ningún sitio como un error militar, ni asumido por quien era su creador y responsable, el vencedor de esta Guerra.
De poco sirvieron a los que murieron aquella brumosa mañana cerca de la isla de Escombreras los homenajes póstumos y la pantomima de concesión de la Laureada de San Fernando, que por cierto nunca les fue concedida, si después fueron condenados al olvido oficial, como algo que molesta y es necesario arrinconar, y aún menos les sirvió aquellos que dispararon sobre el infortunado barco, en su decadente derrota, todo había acabado y esto nos supondría ninguna gran victoria que celebrar sobre el enemigo.
Escasas veces nos encontraremos ante una realidad como ésta, una serie de despropósitos encadenados entre sí conducirían a la mayor tragedia marítima ocurrida en nuestras costas en todos los tiempos, errores, desatinos y burradas que llevaron a la muerte a los hombres que embarcaron a bordo del Castillo de Olite.
El hundimiento del buque de transporte nacional Castillo de Olite por las baterías republicanas frente a las costas de Cartagena, el 7 de marzo de 1939, constituye uno de los episodios más oscuros y menos conocidos ocurridos durante La Guerra Civil Española.
La coyuntura histórica
Nos encontramos en plena fase final de la guerra (diciembre 1938-abril 1939), Franco ordenó a sus fuerzas la invasión de Cataluña, la liquidación del sector centro-oriental republicano era cuestión de días, solo la zona Centro-Sur quedaba en manos de una República sin capacidad ni voluntad de defensa, desmoralizada y sumergida en luchas internas.
Frente a la insuficiente resistencia por el gobierno y los comunistas, -un golpe de estado iniciado en Madrid y la sublevación de la base naval de Cartagena- el destino de la República estaba llegando a su fin, solo un hipotético y último intento de resistencia que alargara unos meses más la guerra, con la esperanza de una internacionalización del conflicto en la más que anunciada II Guerra Mundial, podría frenar la desaparición de la España Republicana. Franco lo sabía y por eso no dudó un instante, conocida la sublevación de Cartagena y la petición de ayuda de estos sublevados, en organizar el envío inmediato de tropas a esta ciudad en cuyo puerto aún estaba atracada la todavía importante flota republicana, la última baza que podía jugar la República, si Cartagena era tomada la Guerra estaría prácticamente terminada.
Con este fin se preparó una operación de desembarco sin precedentes hasta la fecha, cerca de una treintena de barcos entre transportes y buques de guerra que debían trasladar a más de 20000 hombres, salieron desde Castellón y Málaga en dirección a Cartagena, con apenas 48 horas de preparación en una misión arriesgada y muy peligrosa en la que los barcos repletos de tropas deberían atravesar una zona de más de 150 millas de costa enemiga, sin protección alguna, cada barco por su cuenta y sin saber realmente qué era lo que les esperaba en la bocana del puerto de Cartagena.
El criterio de esta operación era sacrificar la seguridad a la rapidez, el resultado no fue otro que una tragedia, una más de la guerra, pero quizás ésta fue la más innecesaria de todas, Cartagena no pudo ser tomada, la sublevación no pudo resistir hasta la llegada de las tropas enviadas por Franco, la Brigada 206 integrada por comunistas había reconquistado la ciudad, y aunque no llegaron a tiempo de evitar la huida de la flota hacia las costas argelinas, sí se pudieron tomar algunas de la baterías de costa sublevadas y evitar el desembarco.
Los barcos regresaron a sus puntos de partida, todos no, uno de ellos el Castillo de Olite nunca regresó, fue hundido por el impacto de un cañonazo de la batería de costa ''La Parajola'', su cargamento, cerca de 2000 hombres sufrirían la mayor tragedia naval en número de víctimas en toda la historia de nuestro país, de los 2112 hombres embarcados en el Olite 1476 morirán, 342 serán heridos y 294 hechos prisioneros.
Solamente 25 días después terminaría la Guerra, los vencedores no podían asumir un fracaso tan costoso en vidas de hombres que habían combatido toda la guerra y casi en todos los frentes y que en cualquier caso no merecían este final, para algo que no sirvió de nada, por eso se guardó un significativo silencio de este fracaso organizativo, en donde la disparidad de criterios en el mando de la dirección de esta operación había provocado que no se advirtiera al Castillo de Olite, que la sublevación en Cartagena había fracasado y que el desembarco ya no era posible.
Objetivos del reportaje
El presente trabajo es un avance de la investigación que por espacio de dos años el INCIS (Instituto Cartagenero de Investigaciones Históricas) viene realizando sobre este suceso y que tendrá su continuidad y desarrollo en todos sus aspectos con la publicación de un libro en los próximos meses, el material empleado es en gran parte inédito hasta el momento, dando una especial relevancia al factor más personal de sus protagonistas, ellos, que de una manera o de otra participaron en el hundimiento de este buque analizando su conducta nos permitirá entender cuáles fueron las causas y los motivos que precipitaron los hechos y sus consecuencias postreras para cada uno de ellos.
Muy poco se ha hablado, escrito o comentado de quiénes estaban en la batería de ''La Parajola'' aquella mañana, quién los mandaba, cuál fue el impulso que los motivó a actuar de esa manera y no de otra, si estaban presionados por algo o por alguien, si pudieron decidir en los acontecimientos o estos les sobrepasaron.
El barco, ese ataúd flotante, ¿qué pudo hacer para evitar su triste final? Quien lo capitaneaba, fue el responsable de no advertir el peligro que corría, desobedeciendo las órdenes y conduciendo al matadero a cientos de hombres, y los embarcados, realmente merecían un final tan absurdo y cruel después de casi cuatro años de lucha tras lucha en todos los frentes de la Guerra y por último quién permitió una operación como esta, nadie valoró cuál era el verdadero peligro, nadie intuyó lo que podía ocurrir, ¿era asumible tal riesgo?
Los hechos están aquí y los protagonistas también pongámonos a relacionarlos y veamos cómo se desarrollaron, las consideraciones y las conclusiones vendrán por sí solas, en historia como en tantas otras cosas es difícil ponerse de acuerdo, pero el conocer los perfiles de sus protagonistas nos ayudarán a comprender algo de lo que verdaderamente ocurrió.
Luis Miguel Pérez Adán
Revista Cartagena histórica, nº 2