La necesidad de agua en el interior de las ciudades romanas requería la existencia de numerosas obras hidráulicas que introdujeran el líquido elemento en las calles, casas, termas y otros edificios públicos de las grandes urbes. Los romanos dejaron diseminado por todo su imperio numerosas obras con esta función, algunas de las cuales han llegado hasta la actualidad como restos o vestigios arqueológicos, tal es el caso de las canalizaciones de cerámica o plomo de Carthago Nova, así como su Castellum aquae.

    Acueductos

    Las obras más representativas eran los acueductos, sistemas de canalizaciones que trasladaban el agua desde fuentes naturales, como ríos o surgencias, hasta las ciudades. Una vez llegaba a la población se almacenaba en un Castellum aquae partimentado en depósitos, generalmente triples, que distribuían el agua al resto de la ciudad mediante tuberías de cerámica o plomo. Estos depósitos surtirían fuentes y estanques públicos, baños o termas, así como algunas de las viviendas más acomodadas.

    La ciudad de Carthago Nova disponía de, al menos, un acueducto que llevaba el agua a la ciudad desde fuentes naturales cercanas, entrando a la misma por su ángulo noroeste, atravesando el istmo que separaba el Mar de Mandarache del Estero. Cerca de la ciudad contaría con un puente, del que tan solo se conocen sus pilares rectangulares, para atravesar el istmo pero, al igual que ocurre con otros acueductos simulares en la Península Ibérica, dispondría de arcadas de medio punto sobre las que existiría una canalización cubierta a través de la que fluía el agua. Estas arcadas podían alcanzar los 30-50 metros de altura.

    En algunos acueductos existían sifones, empleados como sistemas para salvar pendientes pronunciadas. Los sifones eran canalizaciones que, a través de la presión que ejercía el agua de las tuberías en desnivel, podían hacer que el agua ascendiera varios metros, representando un importante ahorro constructivo.

    Pero, al contrario que ocurría con los sifones, la inauguración del puente de un acueducto era, además de una solución para la canalización de agua, una obra propagandística del Imperio Romano. A ella acudían los miembros nobles de la administración local demostrando el poder romano, incluso con inscripciones que hablaban de sus promotores o el coste de la obra.

    Canalizaciones del interior de la ciudad

    Una vez dentro de la urbe estas grandes canalizaciones desaparecían para dar paso a tuberías o conducciones de agua en el subsuelo construidas mediante ánforas de cerámica o tuberías de plomo.

    Desde el Castellum aquae partirían una serie de tuberías principales hacia diferentes zonas de la ciudad para subdividirse luego y suministrar agua canalizada a casi todos los puntos de la población.

    El Castellum aquae descubierto en Carthago Nova se ubica en una terraza amesetada en la parte alta del Cerro del Molinete. Se trata de una piscina o depósito excavado parcialmente en la roca, con unas dimensiones de 15 por 10 metros, pavimento de mortero hidráulico, limitado al sur por un reborde de arenisca de medio metro de altura con escalones y un desagüe central que distribuía el agua a diversas cisternas.

    En Carthago Nova las tuberías de plomo o fístulas (Vicenaria y Denum quinum, nombres de las tuberías según sus características)se utilizan casi exclusivamente para el transporte de agua potable, aunque algunos historiadores clásicos apuntaran que el sabor de sus aguas era de peor calidad que la surgida de canalizaciones realizadas mediante ánforas de cerámica, destinadas mayoritariamente en Cartagena al ámbito industrial.

    Otro de los hallazgos encontrados en Carthago Nova se localiza en el interior del foro, entre el Cerro del Molinete y la actual Plaza de San Francisco, donde probablemente se encontrara el Castellum dividiculum o fuente de distribución de agua.