Por desgracia, en Carthago Nova los vestigios de mobiliario romano encontrados son casi inexistentes y se relacionan con los lararium. Pero es de suponer que los edificios de Carthago Nova presentarían un mobiliario muy similar al de otras ciudades romanas de las que si se han conservado restos.
En general, los interiores de viviendas y edificios públicos romanos eran espacios diáfanos provistos de escaso mobiliario.
Los vestigios arqueológicos hallados en ciudades perdidas durante siglos como Pompeya y Herculano han ayudado a los especialistas a recomponer y recuperar el diverso mobiliario que formaba parte de las domus de sus moradores. Algunas de las referencias más representativas han sido obtenidas de las pinturas conservadas en esas dos poblaciones, donde varios frescos reflejan escenas de comidas y banquetes de la alta sociedad que muestran mesas, asientos, lechos, vajillas y cristalerías empleadas en la época.
Los enseres y muebles domésticos romanos suelen tener un gran sentido práctico y revelan una acusada influencia griega, siendo en algunos casos copias exactas de modelos helenos.
La amplia diversidad de modelos en el moblaje romano es fácilmente apreciable en las mesas. Se han identificado hasta cinco tipos basados en diferentes formas geométricas y número de patas (2, 3 ó 4), con evidente influencia griega. En su fabricación se empleaban materiales como el bronce y el mármol, destacando por la diversidad de tamaños y funcionalidad, que se aprecia en detalles como el empleo de patas plegables para facilitar su traslado.
Un tipo de mesa simbólica es el cartibulum, generalmente ubicado en el atrio, de mármol o piedra y con dos patas que simulaban leones. Según indica el polígrafo romano del siglo I d.C., Marco Terencio Varrón, en su obra De lingua latina, sobre el cartibulum solía disponerse una vajilla de bronce recordando así los tiempos en que se cocinaba en el atrio.
También existía gran variedad de asientos, como sillas sin respaldo, taburetes, tronos, sillones, y lechos para recostarse durante la celebración de banquetes.
Una de las sillas más recurrentes en el mundo romano es la silla en forma de tijera, sin respaldo y generalmente de madera con asiento de tela (también hallada en Egipto o Grecia). Existen algunas variedades realizadas en bronce y plegables, así como otras cuya utilidad era reposar los pies.
Las sillas que carecían de respaldo, disponían de un asiento mullido y eran destinadas a los hombres de honor, destacando dos clases:
El biselium o silla alta y recta, de madera y con capacidad para dos personas.
El curul, de influencia etrusca, se reservaba a los personajes públicos más importantes como magistrados veteranos, protomagistrados poseedores del imperium, dictadores, magister equitum, cónsules, pretores y ediles. Julio Cesar, durante su etapa de dictador vitalicio llegó a sentarse en un curul de oro. Pero habitualmente el curul se realizaba en marfil y poseía patas curvas en forma de X. Al igual que las sillas de tijera, era plegable, usándola los magistrados y comandantes en el campo.
La influencia griega también afectó a las sillas, como la moda de copiar algunos modelos helenos en piedra con respaldos profusamente decorados, obteniendo, a pesar de las apariencias, un asiento muy cómodo.
En la ciudad de Herculano, en la Villa de los Papiros, se hallaron los restos conservados de un trono constituido por una estructura de 4 patas, reposabrazos y respaldo realizado en madera que presentaba asombrosos relieves tallados con escenas de culto a la deidad Attis, vinculada al ciclo de la vida, muerte y renacimiento; así como hojas y flores en representación de la primavera y la fertilidad.
Los triclinio eran lechos alargados, a modo de divanes, realizados en madera, obra o materiales nobles dependiendo del estatus social y económico de la vivienda donde se ubicaban, y normalmente cubiertos de almohadones para mayor comodidad de los comensales. Estos muebles se situaban en los triclinium o comedores (término que deriva del nombre de este mueble) alrededor de una o dos mesas centrales donde los esclavos servían platos y bandejas con las viandas.
En diferentes habitaciones de las viviendas podían encontrarse lararium, altares donde se rendía culto a los dioses del hogar. Este mueble podía ser de obra o madera, con huecos en su parte inferior a modo de estanterías o cerrados con puertas.
Otro tipo de mobiliario habitual en las domus romanas son los arcones de madera, bronce y hierro donde se guardaban infinidad de objetos y vestuario. Su aspecto asemejaba a los baúles actuales y presentaban una profusa decoración con remaches de bronce recreando bustos de divinidades o medallones de figuras dionisíacas, adecuándolo a la estancia donde se colocaba.
En los atrios principales de estas domus y en las dependencias privadas del señor existían cajas de caudales reforzadas que custodiaban tanto el dinero como los documentos importantes de la familia.
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