La idea del submarino tiene carta de nacimiento en 1884, cuando Peral la pone por escrito en unas cuartillas. Aunque el verdadero origen está en sus muchos estudios previos, particularmente los relativos a la electricidad, que este invento incorporaba de modo revolucionario.
Hasta entonces guardado con celo, el proyecto de "torpedero sumergible" fue dado a conocer por su autor en 1885, cuando España estuvo a punto de entrar en conflicto con Alemania a causa de la invasión de este país a las Islas Carolinas. Ese episodio dio lugar a que los superiores del Observatorio, los ilustres matemáticos Cecilio Pujazón y Juan Viniegra, escucharan la gran idea que Peral llevaba años trabajando en silencio. Con entusiasmo y convicción, remitieron los informes a sus superiores de Madrid, y de inmediato éstos pidieron la presencia del inventor para que detallara la propuesta.
Con el apoyo del ministro de Marina, Almirante Manuel de la Pezuela, y la aprobación de la junta técnica que había examinado el proyecto, Isaac retornó al Arsenal de la Carraca para comenzar la construcción y prueba de los motores que constituirían el fundamento del submarino. Así, recibió un primer presupuesto de 5.000 pesetas y se ocupó personalmente de viajar para adquirir en el extranjero los materiales que no encontraba en España: aparatos ópticos en París; accesorios y torpedos en Berlín; acumuladores en Bruselas; y aceros, motores eléctricos, hélices y tubos lanzatorpedos en Londres.
Primeros pasos
Los primeros años se concentraron en dar nacimiento a lo que Peral llamaba el "aparato de profundidades", un complejo sistema eléctrico del que dependía todo el funcionamiento del submarino. En ese proceso, el presupuesto inicial debió ser elevado varias veces, a medida que se iban montando las diferentes partes, hasta llegar a completar casi 300.000 pesetas.
En el armado hicieron falta una gran cantidad de baterías de acumuladores, tres dinamos, dos motores de 30 CV, un tubo lanzatorpedos y otros elementos, además del metal para construir el casco, que tenía casi 22 metros de eslora. Esta parte de la construcción del submarino se inició en 1887.
Acto de botadura, 1888
Cuando estuvo listo, el submarino salió a escena delante de un numeroso público, lleno de expectación. La noticia de la construcción de un arma submarina española ya era conocida y había arraigado en el espíritu patriótico de la gente, que se congregó en el Arsenal de la Carraca el 8 de septiembre de 1888 para ver la botadura.
Fue un hecho histórico, en el que un Peral famoso sin pretenderlo, debió saludar y responder decenas de veces ante los emocionados saludos del público. La noticia fue cubierta por los periódicos, que describían el acto y la nave, la cual se comportó "exactamente según los cálculos de su autor", publicaban. A partir de entonces proseguirían las pruebas oficiales sobre su funcionamiento como torpedero.
Éxito del Peral
El mundo entero se hizo eco de la noticia, que comenzó a propagarse con demasiada prisa y sin mucho celo por guardar sus innovaciones. Esta falta de cuidado, aparte de las trabas que, inexplicablemente, le puso al inventor el nuevo ministro de Marina José María Berenguer, parecen explicar la misteriosa aparición en aquella época de dos submarinos de diseño demasiado similar al de Peral, en Francia y en Italia.
Con todo, en el momento de las pruebas, el submarino logró dar muestras de su rendimiento para las funciones con que había sido diseñado. El mantenimiento de la cota, la navegación prolongada en inmersión, la capacidad de avanzar sin ser visto, la pericia para atacar barcos enemigos, además de todos los aspectos técnicos que resolvía esta nave respecto de sus predecesoras, hicieron que el submarino Peral se considerara un éxito. Entre 1880 y 1890 Isaac Peral no cesó de recibir homenajes y reconocimientos de todas partes del mundo.