Vocación forestal
Su condición de ingeniero forestal y la profunda vocación por esta profesión, le llevaron a redactar un testamento en 1876, cuando sólo contaba con 30 años de edad, en el que pedía que su entierro fuese presidido por un Ingeniero de Montes.
Otra de las anécdotas biográficas que manifiestan el amor por la naturaleza de Codorníu, fue su afán de inculcar a sus nietos la necesidad de preservación del medio ambiente, para lo que escribió una serie de narraciones recogidas en un libro titulado Doce árboles, que contiene historias sobre las funciones esenciales que cumplen los árboles, desde el que se encuentra plantado en una maceta, hasta el que crece en la espesura.
En el plano más estrictamente académico, Ricardo Codorníu es autor de una amplia obra científica y técnica, entre la que se encuentran títulos como Cultivo de secano en el campo de Cartagena (1877), Apuntes relativos a la repoblación forestal de la Sierra de Espuña (1900), Trabajos Hidrográficos-Forestales (1910), Charlas sobre aves (1920)... etc.
A su muerte se le erigieron algunos monumentos, como el del Retiro de Madrid y el situado bajo el ficus de la Plaza de Santo Domingo de Murcia.
Defensor del Esperanto
Una faceta insólita de Ricardo Codorníu fue la intensa labor desempeñada en introducir y propagar por España la lengua creada por Zamenhof: el Esperanto. De hecho, Codorníu fundó en 1902 la Sociedad Murciana de Esperanto, con sede en el Paseo del Malecón, y un año más tarde también creó la Sociedad Española para la Difusión del Esperanto, además de ser autor de diversas publicaciones tendentes a divulgar esta lengua común para todos los pueblos y que él consideraba importante para potenciar el progreso.
En su labor propagadora del Esperanto, hizo pintar en su casa del Malecón la siguiente cita: Aprended la lengua auxiliar internacional Esperanto.
Por tanto, Ricardo Codorníu fue uno de los responsables de que a principios del siglo XX, Murcia se convirtiese en uno de los focos más importantes del Movimiento Esperantista en España.