Frecuentemente vemos zonas, más o menos lineales, que recorren las laderas de las montañas en las que se ha eliminado la vegetación, a veces sólo los árboles, otras los árboles y el matorral. Se trata de áreas cortafuegos que crean discontinuidades en el bosque para impedir o dificultar el paso del fuego de un lado a otro de las mismas y que facilitan la circulación rápida por el monte de los equipos de extinción.
Las áreas cortafuegos se sitúan en las zonas en las que hay mayor riesgo de incendios (en los perímetros de las zonas arboladas, caminos), o en discontinuidades ya existentes de manera natural (cursos de agua; vaguadas, con su mayor humedad y especies vegetales más resistentes; crestas y otros cambios de orientación) que se potencian mediante la modificación de la cubierta vegetal. La discontinuidad se suele conseguir mediante la eliminación o disminución de la biomasa existente en el suelo, de manera que el fuego no encuentre material que quemar y no se pueda propagar.
¿Cómo se define y se realiza esta área?
Los estudios sobre la propagación del fuego permiten definir las medidas necesarias para que el área cortafuegos sea efectiva. Para ello se utilizan distintas variables, como los 'modelos de combustible' o la pendiente. Esta última condiciona la dirección e intensidad de los vientos y, en consecuencia, la del incendio en caso de que éste ocurra. Si esto sucede, en función de la estructura de la vegetación (que los arbustos estén muy altos y lleguen a tocar las copas, que el estrato arbustivo forme una maraña muy densa de gran extensión, etc.) se asigna un nivel de riesgo a la vegetación, lo que se denomina 'modelos de combustible'. Diferentes modelos matemáticos permiten, a partir de las características del terreno, determinar la anchura necesaria y las medidas a tomar para que el fuego no pueda pasar de un lado a otro del área cortafuegos.
Los trazados se realizan en zonas de reducida combustibilidad (zonas de cumbres, divisorias, etc.), con anchura variable, en un intento de minimizar el impacto paisajístico. Hay que tener en cuenta que estas actuaciones son para la conservación del medio, por lo que se debe tener siempre especial cuidado en que se respeten los hábitats, la flora y la fauna del territorio. Por esta razón, la disminución del nivel de vegetación susceptible de ser incendiada se realiza de manera selectiva, es decir, no se eliminan todos los matorrales, arbustos y árboles, sino que permanecen en el área preventiva de defensa un pequeño porcentaje, aunque siempre garantizando las discontinuidades tanto horizontales (entre un lado y otro del área cortafuegos) como verticales (entre las plantas herbáceas, los arbustos y la copa de los árboles), para que el fuego no se propague con facilidad.
¿No es lo mismo un área cortafuegos que un cortafuegos tradicional?
Los cortafuegos tradicionales son zonas en las que la descarga de combustibles forestales se realiza siguiendo un desarrollo longitudinal de bordes paralelos, es decir, formando una línea recta de anchura constante en la que la eliminación de la vegetación es total para todos los estratos.
En general, son de menor anchura que las áreas cortafuegos al crear discontinuidades mucho más bruscas. Sin embargo, se trata de actuaciones con un fuerte impacto sobre el paisaje, la flora y la fauna protegidas, por lo que en la actualidad no se ejecutan nuevos trabajos de este tipo y se tiende a transformar de manera paulatina los existentes en áreas cortafuegos.
La prevención, ¿se consigue sólo a través de áreas cortafuegos?
Tan importante es la ejecución de la red de áreas cortafuegos, como los tratamientos superficiales de clareo y poda o la construcción y acondicionamiento de caminos y puntos de agua ya existentes, para su utilización por los medios de extinción en caso de ser necesario. Este conjunto de infraestructuras debe organizarse de manera eficaz para cada monte, por lo que se dedica un esfuerzo importante a planificar la ubicación y las necesidades de mantenimiento de balsas, áreas cortafuegos y caminos.