La ciudad de Carthago Nova durante el siglo I d.C. muestra de manera clara la distribución de espacios y construcciones públicas que se dieron durante el gobierno de Augusto en la mayoría de ciudades y colonias significativas del Imperio Romano.
En Carthago Nova la mayor parte de edificios civiles y religiosos fueron levantados entre los siglos I a. C y I d. C. Entre los primeros destacan el teatro, anfiteatro, foro, termas y curia, mientras que de los segundos se han conservado vestigios del templo capitolino, un templo de modelo itálico sobre el Cerro del Molinete, y el Augusteum, un edificio donde se rendía culto al emperador.
Muralla defensiva
Todas estas construcciones, a excepción del anfiteatro, se hallaban dentro de los límites de una gran muralla defensiva, cuyo recorrido se adaptaba a las peculiares condiciones topográficas que imponen las cinco colinas que salpican la ciudad.
También existirían otras edificaciones, hoy perdidas, relacionadas con la disponibilidad de agua como los acueductos. Concretamente se considera que en Carthago Nova éste llegaba hasta un Castellum Aquae situado en el Cerro del Molinete y de ahí se distribuía el agua mediante canalizaciones subterráneas a toda la ciudad.
Reconstrucciones
En Carthago Nova se produjo un período de decadencia a finales del siglo II que propició el desuso de algunas de estas construcciones, siendo reutilizados sus materiales en otros edificios. No obstante, posteriormente, durante los siglos III y IV, algunos de ellos serían reconstruidos o remodelados, como las termas cartageneras.
En definitiva un conjunto arquitectónico al servicio de la ciudad, cuya imagen ponía de manifiesto el poder romano y, desde el siglo I d.C., la autoridad del emperador.