El Cretácico: Tierra de Dinosaurios y Arrecifes
Hace unos 145 Ma. (millones de años) en un nuevo periodo geológico denominado el Cretácico (tabla 3), el fondo marino de las Zonas Externas se uniformizó progresivamente, desapareciendo los surcos y los umbrales de la Cuenca Bética (figuras 1 y 2) y produciéndose una leve continentalización en los terrenos situados en el noroeste y norte de la Región de Murcia. A principios del Cretácico superior (100 Ma.) las aguas marinas volvieron a invadir, brevemente en el tiempo, los dominios continentales. El mar se fue retirando lentamente y el periodo Cretácico acabó con una gran catástrofe para la vida, la caída de un gigantesco meteorito (65 Ma.).
La paleontología nos confirma que en las zonas continentales de la región se desarrollaron comunidades vegetales habitadas por grandes reptiles y dinosaurios, mientras que en las costas proliferaron los arrecifes coralinos y los rudistas (grupo de bivalvos extinguidos actualmente), junto con multitud de especies de otros bivalvos (almejas), gasterópodos (caracolas), equinodermos (erizos), etc. En los medios marinos más alejados del continente emergido (pelágicos), al igual que durante el Jurásico, proliferaron los anmonites y los belemnites, junto con braquiópodos, erizos, peces y grandes reptiles marinos.
El resurgir de las tierras en el Cretácico inferior
Durante el Cretácico inferior (145 Ma.) se dieron importantes cambios en la geografía de la Cuenca Bética. Mientras que el norte y noroeste de la futura Región de Murcia (dominio Prebético de las Zonas Externas), el mar se retiró parcialmente y algunos terrenos emergieron, al este y sur (Subbético) se transformó progresivamente en una cuenca marina profunda pero de fondo homogéneo, desapareciendo el sistema de surcos y umbrales del Jurásico medio-superior (figura 3).
Con esta paleogeografía en la Cuenca Bética (figura 4), en el Subbético, sedimentaron grandes espesores de margas y margocalizas, a veces muy ricas en restos de anmonites, belemnites, braquiópodos y equinodermos. Los terrenos submarinos situados entre los dominios Subbético y Prebético, es decir en el Prebético meridional o zonas intermedias, constituían un talud lo que provocó que en su entorno se generaran numerosas avalanchas de arenas (turbiditas) y paleodeslizamientos (slumpings), por la existencia de fuertes pendientes de este talud y por los terremotos generados por el continuo migrar de las placas tectónicas.
Más hacia el continente emergido, en los terrenos prebéticos, sedimentaron algunas margas ricas en foraminíferos bentónicos y corales solitarios, en las zonas más profundas, pero predominó el desarrollo de plataformas marinas carbonatadas y siliciclásticas (sedimentación de arenas silíceas). Aquí se depositaron calizas y arenas y se desarrollaron bioconstrucciones de arrecifes coralinos y colonias de numerosas especies de rudistas, que en ocasiones generaban barreras que delimitaban lagunas marinas y marismas.
Parte de estos terrenos eran periódicamente cubiertos por arenas silíceas y arcillas (facies Weald y Utrillas) aportadas por los ríos procedentes de la Macizo Ibérico o Varisco (centro de la Península Ibérica), especialmente a finales del Cretácico inferior (figuras 5 y 6). Esta continentalización, que se puede observar en la parte septentrional de la región, indujo que sobre las zonas emergidas se desarrollasen deltas, marismas, lagos y suelos con abundante vegetación donde habitaban grandes dinosaurios y reptiles, entre otros organismos.
Cretácico superior: El ocaso de la vida
El Cretácico superior (100 Ma.) comienza con una nueva invasión marina (que los geólogos denominan transgresión) de los terrenos emergidos durante el Cretácico inferior (figura 7). Esta invasión sobrepasó los límites de la Cuenca Bética inundando zonas hasta entonces emergidas del Macizo Ibérico.
Así, en el Dominio Subbético sedimentaron potentes depósitos de margas, en algunas épocas muy ricas en materia orgánica, que se depositaron bajo aguas marinas profundas y sin oxígeno (anóxicas). A estas zonas y, como consecuencia de importantes terremotos, también llegaron aportes de arenas (turbiditas) por abanicos submarinos y paleodeslizamientos de sedimentos.
Mientras que sobre el Dominio Prebético de las Zonas Externas, se desarrolló una plataforma marina carbonatada, representada actualmente por las calizas dolomitizadas y dolomías de numerosas sierras del noroeste y sobre todo norte de la región. Estas dolomías son actualmente explotadas como roca ornamental; el conocido marrón imperial.
El Cretácico concluyó (Senoniense) de forma semejante a sus inicios, con una progresiva retirada de las aguas marinas que originó (figura 8) costas restringidas e incluso medios lacustres, en el Prebético externo, norte de Murcia. Tanto en el Subbético como en el Prebético interno, se depositó una potente formación de calizas y margas de color rosado con una gran abundancia de foraminíferos planctónicos, las denominadas Facies Capas Rojas.
Hace unos 65 Ma., en el límite Cretácico-Terciario, ocurrió una gran catástrofe mundial, un gran meteorito impactó con el planeta Tierra, en la península de Yucatán (cráter de impacto de Chicxulub), la atmósfera se cubrió de polvo y vapor de agua, numerosas erupciones volcánicas contaminaron el aire de cenizas y gases tóxicos, provocaron devastadores incendios, etc. Todo ello generó que gran parte de los seres vivos se extinguiesen. El polvo cósmico generado por el impacto del meteorito se sedimentó sobre la superficie de los continentes y sobre los fondos marinos originando una capa oscura rica en iridio y otros elementos escasos en la superficie terrestre. En algunos lugares esta capa puede verse actualmente (Capa Negra de Caravaca), pudiéndose comprobar que por debajo de ella existen numerosos fósiles de plancton marino, pero en ella, o justo por encima, son muy escasos, pues la mayoría habían perecido tras el cataclismo.
El Cretácico de las Zonas Internas
En las Zonas Internas de la región sólo afloran materiales geológicos del Cretácico en Sierra Espuña, en el Complejo Maláguide. Su análisis nos indica que parece ser que durante el Cretácico el Dominio Maláguide formaba parte de un medio marino pelágico o hemipelágico en el que apenas existió sedimentación, a veces incluso con emersiones. Tras depositarse algunas rocas carbonatadas con sílex, restos de ammonites y belemnites, el mar se retiró y las rocas carbonatadas se karstificaron por las aguas meteóricas, formándose en su superficie un lapiaz cuya edad debe estar comprendida entre 130 y 113 millones de años. Posteriormente las aguas marinas fueron progresivamente inundando los terrenos y favoreciendo la sedimentación de diversos materiales geológicos y de numerosos restos de ammonites, belemnites, erizos y bivalvos. Al principio margas y arenas con gravas ricas en fosfatos que han sido objeto de explotación entre 1921 y 1966, luego calizas y a finales del Cretácico, margas de colores claros con restos de bivalvos. Rocas y fósiles que actualmente podemos observar cerca del barranco de Malvariche o a unos dos kilómetros de la casa de Valdeparra, aguas abajo del barranco del mismo nombre.
Lo mismo ocurrió en los restantes dominios de las Zonas Internas, los cuales ocupaban zonas marinas mucho más profundas y cuyos materiales sedimentarios hoy parecen corresponderse, en otros entornos de la Cordillera Bética, con rocas metamórficas como mármoles y calcoesquistos.