El Triásico: Desiertos y salinas
El Triásico es el primer periodo de la Era Secundaria o Mesozoico. Con una duración de unos 52 millones de años (Ma.), abarca desde hace unos 251 Ma., hasta unos 199 Ma. (tabla 1).
El gran desierto de los comienzos del Mesozoico
Los materiales geológicos más antiguos que afloran en las Zonas Externas datan de principios del Triásico, es a partir de este momento cuando podemos comenzar, realmente, a leer en las rocas la historia geológica de la parte septentrional de la Región de Murcia.
A principios del Mesozoico, en el periodo conocido como el Triásico, Iberia estaba situada más al sur, cerca del Ecuador. El clima, como en el Pérmico, seguía siendo cálido y seco, con fuertes lluvias torrenciales. La región formaba parte del gran macrocontinente (Pangea) y estaba ocupada, junto como gran parte de África, Norteamérica, Europa, y del resto de Iberia, por un gran desierto.
Las Zonas Externas estaban situadas en el margen sur del Macizo Ibérico (figura 1), el cual era erosionado por lluvias torrenciales, que transportaban los sedimentos hasta las zonas periféricas más deprimidas, a través de sistemas fluviales de régimen intermitente (ramblas). Así, las Zonas Externas, y gran parte de la periferia de Iberia, eran cubiertas por depósitos arenosos y gravas de color rojizo, dando origen a las denominadas "facies Buntsandstein" (figura 2), que no son otra cosa que areniscas silíceas ricas en moscovita, junto con conglomerados y lutitas, todas ellas de colores predominantemente rojizos, por su alto contenido en hematites (óxido de hierro). Cuando el medio en el que se depositaron era pobre en oxígeno (lagunas), el color rojizo alternaba con tonos verdosos típicos de zonas reductoras. Estas rocas detríticas rojas afloran en la actualidad en diversas zonas de Murcia, pero son especialmente abundantes al norte de Cehegín, entre Calasparra y Cieza, y en los alrededores de Abarán.
Las invasiones marinas del Triásico medio
Durante el Triásico medio la fracturación del Pangea, que comenzó en el Pérmico superior, se acelera, aunque la separación de las futuras nuevas placas tectónicas tendrá lugar a lo largo del Jurásico y del Cretácico. La etapa distensiva que siguió a la Orogenia Hercínica es ya patente y la Península Ibérica comienza a configurarse aprovechando antiguas fracturas generadas durante esta orogenia.
La distensión generalizada favorece el hundimiento de las llanuras que bordean el Macizo Ibérico, que son invadidas por las aguas marinas que avanzan desde el este hacia el oeste, originando una extensa y poco profunda plataforma marina (figuras 3 y 4), donde sedimentan carbonatos, junto con restos de faunas marinas, principalmente conchas de bivalvos semejantes a los actuales; mejillones (Mytilus), vieras (pectínidos), etc., y más raramente, cefalópodos con concha externa, como los ceratítidos.
Gran parte de las calizas depositadas en la plataforma marina, serían posteriormente dolomitizadas, al ser sustituido parte del calcio por magnesio, apareciendo sus restos dispersos, actualmente, en las poblaciones de Lorca, Calasparra, Cehegín, Cieza y Abarán. Es lo que denominamos "facies Muschelkalk"; dolomías y calizas marinas de color grisáceo, del Triásico medio.
Las macrosalinas del Triásico superior
A finales del Triásico medio el mar comienza a retirarse de la región, la cual quedó convertida en una gran llanura, ocupada por inmensas lagunas de aguas salobres (figuras 5 y 6), que se evaporaban rápidamente, induciendo la precipitación de grandes cantidades de yeso, anhidrita y sales (halita, silvina y carnalita), por la existencia de un clima cálido y seco. Durante casi 30 Ma. se mantuvo esta situación de grandes salinas costeras alimentadas periódicamente por las aguas marinas. Junto con el yeso, en algunas zonas precipitaron carbonatos de calcio y magnesio que darán origen a dolomías oscuras, bastante fétidas al ser golpeadas.
La distensión generalizada fue aprovechada por magmas básicos, que ascendieron a través de profundas fracturas hasta la superficie o muy cerca de ella, dando origen a numerosos afloramientos de rocas subvolcánicas; las denominadas ofitas o doleritas, que actualmente son utilizadas como áridos para vías de ferrocarril y para el asfaltado de las carreteras de la región, que se comercializan con la denominación de pórfidos. Asociadas a ellas surgieron algunas mineralizaciones de óxidos de hierro (magnetita), como las existentes en los Baños de Gilico, en Cehegín.
No es de extrañar que bajo estas condiciones ambientales, tan drásticas para la vida, la fauna y la flora fuesen escasas y su registro fósil casi nulo en la región. Limitándose, actualmente, a algunos restos de vegetales y galerías de invertebrados, aunque en otras comunidades vecinas y también recientemente en la nuestra, se han encontrado algunas huellas de grandes reptiles. A lo anterior hay que sumarle los distintos procesos geológicos que han afectado a estos materiales (cabalgamientos, movimientos holocinéticos, etc.) dejándolos de forma caótica.
Las "facies Keuper", nombre con el que se conocen en Europa a estas formaciones de arcillas y margas abigarradas con yesos, sales y dolomías, afloran en numerosas partes de las Zonas Externas, donde han sido explotadas para la obtención de yeso (Fortuna, Cehegín, Caravaca, Molina de Segura, Lorca, etc.) y sal (Jumilla y Moratalla).
Las Zonas Internas durante el Triásico
Durante el Triásico inferior, siguieron depositándose los mismos tipos de sedimentos que durante el Pérmico superior, gravas, arenas y lutitas rojas-violetas, en todo el dominio interno, provenientes de la erosión del Macizo Mesomediterráneo (figura 1).
Estos sedimentos se compactarían posteriormente dando argilitas, areniscas y conglomerados que incluso, en ocasiones, sufrirán metamorfismo de diferente grado, transformándose en pizarras, filitas y esquistos o metaarenitas y cuarcitas. Estas rocas afloran en los complejos Alpujárride y Nevado-filábride, en numerosas zonas del centro y sureste de la región (véase el apartado de Geología de Murcia).
En el Triásico medio, al igual que en las Zonas Externas, el dominio interno, fue invadido por el mar (figuras 3 y 7), sobre él se originó una extensa plataforma marina donde sedimentaron grandes espesores de carbonatos; calizas y dolomías que en zonas someras eran acompañados por yesos (sierra de Carrascoy-el Puerto, sierra de Enmedio, etc.). Algunas de estas rocas carbonatadas sufrieron procesos de metamorfismo y se transformaron en mármoles; como los afloramientos nevado-filábrides del Cabezo Gordo, los Victorias y los Gómez. También en los complejos Alpujárride y Nevado-filábride, se depositaron grandes cantidades de óxidos de hierro, que al metamorfizarse se transformaron en magnetita.
Las profundas fracturas que afectaron a las Zonas Béticas en sentido estricto, facilitaron la ascensión de magmas básicos (metabasitas), que al igual que las ofitas de las Zonas Externas, son hoy día explotadas como áridos. Asociadas a ellas localizamos también diferentes mineralizaciones de hierro en la región.
Este ambiente sedimentario permaneció constante durante el resto del Triásico (figuras 5 y 8), en los complejos Alpujárride y Nevado-filábride, donde, incluso llegaron a proliferar algunos arrecifes. Mientras que en el Dominio Maláguide que constituía la costa del Macizo Mesomediterráneo, sedimentaron arcillas y arenas rojas continentales, junto con evaporitas (yesos) y dolomías litorales semejantes a las de las Zonas Externas.