De entre sus más de doscientos trabajos en cine y televisión es difícil realizar una selección completa de lo más interesante y de calidad.

Los Primeros Pasos

Las dos películas que requirieron su concurso en 1953 -La guerra de Dios, de Rafael Gil, y Hay un camino a la derecha - comenzaron a mostrar las inmensas cualidades de Rabal, galardonado con premios al mejor actor por Fotogramas y Círculo de Escritores Cinematográficos, y Festival Internacional de Cine de San Sebastián y Triunfo, respectivamente.

Después, hasta llegar a un primer punto de inflexión, en 1958, con Nazarín, pudiera destacarse El beso de Judas (Rafael Gil, 1954), premiada como mejor película en el Festival de Venecia; Historias de la radio, dirigida por Sáenz de Heredia en 1955 y premiada por el Sindicato Nacional del Espectáculo; Prisionero del mar (1957), de Gillo Pontecorvo; o Amanecer en Puerta Oscura (José Mª Forqué, 1957), que le supuso el reconocimiento como mejor actor para el Sindicato Nacional del Espectáculo, el Círculo de Escritores Cinematográficos, Revista Cine Mundo, Instituto de Opinión Pública, Triunfo, Radio Nacional de España en Barcelona, y Fotogramas.

La relación con Buñuel

En 1958 su interpretación del Padre Nazario en la magistral obra del Luis Buñuel, Nazarín, le supuso a Paco Rabal un reconocimiento mundial, entre otros motivos por ser galardonada la cinta en Cannes y estar el actor a punto de conseguir el premio a la mejor interpretación. Entre otras, hizo después, con Juan Antonio Bardem, Sonatas (1959) y A las cinco de la tarde (1960), por la que volvió a ser reconocido mejor actor, esta vez por la revista Triunfo.

Muerte de un bandido (Giuseppe Amato, Italia, 1961); o La sed, otro film argentino dirigido por Lucas Demaré, también en 1961, jalonan parte de su itinerario laboral hasta llegar, en ese mismo año y otra vez a las órdenes de Buñuel, a Viridiana, mítica película que obtuvo la Palma de Oro en Cannes.

Registros muy importantes son sus actuaciones en La mano en la trampa (Torre-Nilsson, 1961), El eclipse (Antonioni, 1962), Noche de verano (Jorge Grau, 1962),  enmarcada en la entonces incipiente "escuela de Barcelona", La otra mujer (Francois Villers, 1964), La religiosa (Jacques Reivette, 1966) y de nuevo con Buñuel en Belle de jour (1967), máximo galardón en el Festival de Venecia.

Una inmensa producción de calidad

Pasando muy sucintamente sobre su inmensa producción interpretativa encontramos, por ejemplo, La batalla de Inglaterra (Enzo G. Castellari, 1970); una durísima interpretación en Cabezas cortadas (Glauber Rocha, 1970); Tormento (Pedro Olea, 1974), premiada como mejor película en San Sebastián; Las largas vacaciones del 36 (Jaime Camino, 1976), premiada en el Festival de Berlín; Fortunata y Jacinta (Mario Camus, 1979); o La colmena (Mario Camus, 1982) premiada en los festivales de Berlín y Alejandría.

Para Francisco Rabal, actor ya maduro y consagrado, 1984 fue uno de esos años grandes, completos, que algunos personajes tienen en sus vidas. Al éxito que se le reconoció en películas como Epílogo, dirigida por Gonzalo Suárez y premiada en Cannes y Río de Janeiro; Sal gorda, de Fernando Trueba; Padre Nuestro, bajo la dirección de Francisco Regueiro y reconocida como mejor película por Fotogramas y en los festivales de Montreal y Troia, se le unió la vorágine de premios desatada en torno a Los Santos Inocentes, película y actor, a quienes hicieron sitio en sus nóminas festivales como los de Cannes (23 de mayo de 1984, Premio de Interpretación), Bogotá, Alejandría, Varna o Durban. Azarías y la "milana bonita" marcaron al gran Francisco Rabal y a su historia.


Fuente:

Blaya Mengual, Miguel Ángel

"Paco Rabal, Genio y Figura"

Nausícaa, 2003