Genio, Figura, Mito, Grandeza...
Comenzó siendo Paquito –o Paquico en el hablar de su tierra–, pasó a ser Francisco, después le añadieron el don y, a final, acabó respondiendo a la llamada de Paco. Su genialidad interpretativa y su grandeza humana lo convirtieron en un mito que ha pasado a formar parte de la historia.
Paco Rabal es una de esas personas imposibles de diseccionar para separar al actor de su condición humana. Sin una de esas dos características no podríamos ahora hablar del señor Cayo, ni de Azarías; tampoco entraría en muchas mentes la figura de Ginés, de Bullas, ni la del murciano Hipólito en Belle de Jour. Sería difícil imaginarse a Juncal interpretado por el mismo actor que encarnó a Goya en Burdeos. Y es que lo mismo se introducía en grandes y complicados papeles, que colaboraba para dar vida a cualquier personaje de corta aparición, aunque no menos importante.
Premios, homenajes y reconocimiento
La humildad y la sencillez lo llevaban a lo más insospechado por quienes están lejos de estas virtudes, y su ingenuidad e infantilidad lo mantuvo siempre entusiasmado por cualquier cosa insignificante. Los premios, homenajes y reconocimientos muestran suficientemente bien a un hombre que nació de la nada, llegó a representar mucho y murió siéndolo todo. Se esforzaron en vano quienes quisieron oscurecerlo publicitando su militancia comunista, su decantación republicana y su creencia agnóstica y atea. Y no pudieron entorpecer su carrera porque su perfil humano y culto por la amistad lo mostraron recubierto por una especie de preservativo defensor de cualquier acción malévola exterior.
Galardonado con infinidad de premios puntuales por determinadas interpretaciones en teatro, cine o televisión, tal vez haya que otorgarle otro tratamiento a concretos reconocimientos como el Premio Nacional de Cinematografía, que se le entregó el día 12 de enero de 1984 por su contribución artística a algunas de las mejores películas de nuestro cine, y por su generosidad profesional.
En 1985, el Festival de Cine de Valladolid, además de premiarlo por su interpretación en La hora bruja, aprovechó la oportunidad para condecorarlo por el conjunto de su carrera. Y Tras recibir en 1992, coincidiendo con la Exposición Universal de Sevilla, la Medalla de Oro de las Bellas Artes, al año siguiente le colgaron otra medalla, esta vez la Medalla de Oro de la Academia de las Ciencias y de las Artes Cinematográficas. O la también de Oro al Mérito en el Trabajo que, en su edición de 1998, le fue concedida, aunque entregada un año después por el ministro del ramo, Manuel Pimentel, que se la impuso diciéndole que "siempre has representado la dignidad en el trabajo".
Un importantísimo reconocimiento, por ser la primera vez que la más alta institución docente española lo hacía con un actor, fue la investidura, en 1995, de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Murcia.
Fuente:
Blaya Mengual, Miguel Ángel
Paco Rabal, Genio y Figura
Nausícaä, 2003