La década de los 60 para Lorenzo Guardiola representa un cambio de orientación en cuanto a su producción literaria se refiere, pues en los años 50 hay un evidente predominio de la poesía y el teatro con respecto a la narrativa, a partir de ahora, aunque su producción teatral es también importante, como lo demuestra el hecho de escribir:
Lo que el hombre sembrare... (1961), Betsabé (1962), Mosab y la justicia (1962), La reina ciega (1963), Nocturno en el teatro romano (1965), A la entrada del túnel (1968), Jimmy no debe morir (1968) y Un tesoro en el arca (1969).
Sin embargo, será la narrativa -el cuento, la novela y la novela corta- la que ocupe la primacía en su producción literaria: Un médico rural (1960), Una función de circo (1961), El cobarde (1962), El honorable Fu-Chang (1963), El caso de la cereza azul (1964), y La llave del Sefardita y Un profeta en el desierto o el hombre de las 49 profecías (1969), junto a una serie de más de una docena de cuentos.
Poesía y premios.
No obstante, continuará escribiendo poesía: Epistolario a Séneca, Aguafuertes y Mientras arde la antorcha (1965), y Los laureles son olvido (1969), y participando en certámenes poéticos en donde alcanzará algunos premios relevantes, entre los que destacan un accésit a la Flor Natural en los Juegos Florales de Torrijos (Toledo)20, con su composición Pan.
Gana la Flor Natural en las Fiestas de la Vendimia de Requena (Valencia), con el poema Exaltación al vino de Requena; obtiene una mención honorífica en los I Juegos Florales Marianos celebrados en Alicante, en honor de la Inmaculada, por su poema Es clamada...; es acreedor del cuarto premio de cuentos infantiles Jauja (Valladolid) por su obra Los tres príncipes de Bakin; y concurre al concurso de novela organizado por Sinergia (Barcelona), quedando finalista con su novela La soga de esparto. Todos estos premios alcanzados en 1960.
Con motivo de la concesión del premio Jauja, en una entrevista, publicada en el Norte de Castilla de Valladolid, viene a decir:
"Los tres príncipes de Bakin fue escrito en un par de noches. Tengo la preocupación de que a la infancia hay que darle otra Literatura distinta a la que se le ofrece en los libros y revistas que se ponen en manos infantiles. Lo ñoño, lo anodino, el relato brutal y espeluznante deben ser proscritos de esos relatos. Al niño hay que despertarle los sentimientos, la imaginación, la curiosidad y hasta la poesía que todos llevamos dentro. Quizás, por tal motivo, mi cuento sea más propio para niños creciditos que para simples párvulos..."
Para cualquier acto cultural, Lorenzo Guardiola es requerido. Así en la apertura del curso 1960/61 pronuncia la lección inaugural en el entonces llamado Instituto Laboral de Jumilla, disertando una emocionada y sentida alocución que llevaba por título "La misión educadora de la sociedad".
Al año siguiente, la colonia jumillana en Valencia quiere celebrar el pregón de la Semana Santa en la ciudad del Turia, y Lorenzo Guardiola fue el encargado de realizar el Pórtico, en un acto de gran brillantez, glosando en verso lo más característico de la Semana Santa jumillana.