La postguerra fue bastante dura para nuestro autor y su familia a causa de las simpatías republicanas del padre. De aquí que cuando quiso ejercer la medicina tuvo que soportar toda clase de obstáculos, porque nadie quiso avalarlo con un "certificado de buena conducta".
No es extraño que en su novela Bajo el verde laurel, uno de los personajes hable en nombre de la generación que les ha tocado vivir:
"El vivir es incierto y penoso. Una generación escéptica ha nacido al choque de las armas. Para ella no existen sino goces materiales. Surge, despunta, la sed de riquezas. ¡El dinero!... Se busca el dinero, todas las flaquezas, todas las cobardías son permisibles, si, con ellas, llenamos los bolsillos de oro y podemos gozar de la vida con desenfreno, con voluptuosidad, sin trabas... Se desdeña lo espiritual, la norma honrada, lo justo, lo noble."
Los soñadores, los fervorosos, los dinámicos jóvenes que habían confiado en un mundo mejor vieron como sus ideales se convertían en humo y en la cotidianidad de una venganza.
A pesar de este clima de miedo y de terror, Lorenzo Guardiola no desespera, y al poco tiempo, por mediación de David Molina, paisano suyo, a la sazón Jefe Provincial de Sanidad de Albacete, conoció la existencia de la vacante en las fábricas de artesanía de bronce en Riopar (Albacete), y hacia finales de 1939 marcha a esta localidad manchega.