En el mercado
Al igual que otras muchas frutas, en el mercado es preferible adquirir melones duros y sin impurezas en la piel.
Para conocer el estado de madurez es conveniente seguir una serie de pautas:
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Su piel no debe ser excesivamente verde, será síntoma de juventud.
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Su aroma será dulce y delicado. La ausencia de fragancia puede ser indicio de una recogida prematura.
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Si al presionar suavemente su base cede, significa que ha alcanzado el grado de madurez óptimo. Si muestran un tacto levemente pegajoso o escuchamos cierto chapoteo al agitarlos es posible que presenten sobremaduración.
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Existen señales físicas en un melón que denotan defectos en su cultivo: textura de piel demasiado blanda, rasguños, manchas de humedad o si el pedúnculo posee señales de podredumbre.
Una vez en casa, un melón maduro debe consumirse lo antes posible ya que se deteriora con rapidez. Para conservar esta fruta una vez abierta es recomendable cubrirlo con un film transparente, evitando así la mezcla de olores con otros alimentos, además de guardarlo en la nevera.
En la mesa
La mayor parte de las variedades aromáticas del melón se consumen en fresco. El contraste de sabores que presenta junto a ingredientes salados hace que combinen con recetas de aperitivos o primeros platos como el melón con jamón o la sopa fría de melón con jamón. Es frecuente que en restaurantes se sirva espolvoreado con pimienta como acompañamiento de carne o pollo asado.
En la Región de Murcia, dada la abundancia de esta fruta, se añade como ingrediente en algunas ensaladas, con hojas de menta o aliñados con aceite y limón.
Llegado el verano, las combinaciones de frutas de temporada dan lugar a macedonias o gazpachos, como el de remolacha, que tienen al melón como uno de sus ingredientes principales.
Otra de las preparaciones estrella en esta estación son los helados y sorbetes de melón, realizados a base de pulpa triturada y que se pueden aderezar con algún licor como ron, ginebra o cava. También en al tradicional arrope se le puede añadir melón.