La obra de Francisco Serna no se puede encuadrar con precisión en tendencias o tipologías, como acostumbran hacer las enciclopedias, Serna pertenece a una generación de pintores que pudo verse libre de los condicionamientos estéticos de la crítica.
Según el propio autor afirma: "Hago una pintura expresionista. Intento traducir los momentos de mi vida". Y desde luego es fácil observar en la temática de su obra que el autor recurre a los episodios más cotidianos o anecdóticos. Sus primeros cuadros, años 1958, 1963 o 1968, están preñados de pocas figuras y de temas tan peculiares en sus títulos como Castañera, Buhonero Motorizado u Hombre Columpio. Y es en estos cuadros mencionados, y en otros, donde se puede apreciar una técnica en la que los empastes del óleo juegan un papel fundamental, muchas veces creando líneas de dibujo.
Con el paso de los años los cuadros de Serna se llenan de personajes, muchas veces de caras sin rostro y de las tierras, de las tonalidades básicas, se va pasando al color, unas veces difuminado, casi vaporoso, como en "Homenaje a las palomas de Picasso" o en "Hermanas Brontë" y ya rotundo en sus obras más tardías.
Nueva estética
Hay un cambio sensible en la estética de las obras de Serna, especialmente a partir de los años noventa del XX. Es la época en la que llega su Arcadia, sus bosques de verde intenso donde recupera el dibujo, algo minimizado en las obras del período de los ochenta. Son cuadros de una intensidad de color evidente, dominando los verdes de los paisajes ideales de la Arcadia del pintor, de unas noches mágicas iluminadas por una intensa luna llena que enseña arquitecturas que rememoran a Fra Angélico.
Finalizados los noventa, en el nuevo siglo, el pintor ha recuperado los emplastes y las líneas en los que estos recrean el dibujo de sus figuras, ha retomado sus palomas y a sus personajes, esta vez sin rostro claro, construido apenas con tonalidades. Sólo cabe preguntarse, como siempre en las etapas tardías de la obra de un pintor, ¿es este el resumen de la pintura del autor?.
Ahora lo cotidiano se nos acerca en paisajes resumidos en colores planos, sin alteraciones, sencillos, mientras grupos de personajes vuelven a representar las vivencias de esta pintura "amable", que no pretende más que expresar la realidad cotidiana.
Importancia de los dibujos
Debemos recordar que la obra de Serna no se puede entender sin su corpus de dibujos, quizás por ser el óleo el rey de los medios pictóricos, las obras en papel y a tinta quedan en un segundo plano para las historias pictóricas, pero en el caso de este pintor son extraordinariamente relevantes ya que, a través de ellas, comprendemos mejor su pasión por el dibujo, por las arquitecturas imaginarias y por la necesidad de dejar siempre plasmado la importancia que el autor da a su vida familiar, a su esposa, a sus hijos.
Y es que en Francisco Serna encontramos a un pintor interesado por la belleza pero también por una existencia sencilla, sin un exceso de profundidades filosóficas o meditaciones extensas. Y su existencia parece quedar resumida en sus lecturas y sus experiencias vitales y familiares, plasmada en sus cuadros junto sus pequeños homenajes a los grandes consagrados de la pintura, como en uno de sus títulos repetidos: "La carta", carta que acaba por convertirse, con un delicado guiño, en una expresiva "Anunciación".