Julián Calvo García (1836-1898)
El mundo de la música en Murcia tuvo a varios protagonistas, especialmente a lo largo del siglo XIX. Una de las figuras relevantes de este mundo artístico fue Julián Calvo García, popular en la ciudad, entre otras razones, por ser durante años el organista de la catedral de Murcia.
Nació en torno a 1836, hijo de José Calvo, maestro de violín del afamado compositor murciano Manuel Fernández Caballero. Julián haría sus estudios musicales en una época en la que se escuchaban otros populares nombres de la música regional como el barítono Mariano Padilla o Soriano Fuertes y demás personalidades de la Sociedad Filarmónica Coral, asociación para la que Calvo García escribiría la música de su himno.
En 1871, cuando Mariano Padilla y su esposa la soprano belga Desirée Artot recabaron en Murcia en su viaje de novios, obsequiando a los admiradores con pequeños recitales a capella desde el balcón de su hotel, Calvo García participó, en el álbum colectivo que varios amigos les regalaron, con la trascripción de la partitura de Parrandas que se bailan y cantan en la Huerta de Murcia.
Una de las primeras inquietudes de este músico fue la recopilación de cantos populares del folclore murciano, cantos que estaban a punto de perderse. En estos trabajos de búsqueda etnológica pudo transcribir y arreglar, entre otras piezas, las Seguidillas murcianas del Jo y del Ja. En 1877 publicó Alegrías y Tristezas de Murcia. Colección de Cantos Populares, una obra ingente sobre la música popular murciana.
Sus composiciones abarcaron pequeñas obras sacras, misas, salves, lamentaciones y oficios de réquiem. También compuso una pequeña zarzuela titulada Por correo interno.
La vocación y dotes de Calvo le permitieron ser instrumentista de varios instrumentos, flauta, violín, piano y órgano, y sería con este último con el que más éxitos conseguiría. Sería organista del órgano de la Santa Iglesia Catedral de Murcia, escribiendo una reseña sobre el mismo en 1891. El órgano catedralicio Merklin Shütze, adquirido en 1851 tras la destrucción del primitivo, proporcionaría grandes satisfacciones tanto a los fieles y espectadores como al propio organista que en 1888 había escrito un manual referencia indispensable para otros organistas, el Tratado Práctico del Teclado en el Órgano Moderno.
La importancia de este tratado radica en ser una de los primeros publicados en España con referencias exactas y muy útiles sobre los órganos modernos y el dominio de su pedalero. Debemos tener en cuenta que la organería española, durante varias centurias, solo dispuso de muchos instrumentos de época barroca, la mayoría de octava corta, incapaces de abarcar el repertorio barroco centroeuropeo y, por supuesto, las grandes obras para órgano moderno. Los conocimientos que Calvo adquirió siendo organista del gran Merklin de la catedral murcian facilitaron la composición de esta obra de teoría musical.
Julián Calvo fallecería en calle Hospitalillo, a las cuatro de la tarde, el 28 de febrero de 1898 en la ciudad de Murcia que tanto había disfrutado de su maestría al órgano, dejando más de trescientas obras entre las que destacan Misa de requiem, Invitatorio, Lamentaciones y Misa a ocho voces.