Leopoldo Augusto Cueto (1815-1901)
Entre las personalidades más destacadas de la sociedad cartagenera destaca la de este diplomático, escritor y crítico literario que llegaría a ser el primer cartagenero en un sillón en la Real Real Academia Española.
Leopoldo Augusto Cueto nació en Cartagena el 16 de julio de 1815, hijo de un conocido militar, en una familia distinguida que le pudo proporcionar una sólida formación. Ingresó en la facultad de derecho de Sevilla, de la que salió doctorado en Jurisprudencia, siendo discípulo de dos grandes maestros, Juan Nicasio Gallego y Alberto Lista.
Entró en la carrera diplomática en 1833, dedicación que lo llevó por diversas geografías europeas y americanas, trabajando en capitales como París, La Haya, Lisboa, Atenas, Copenhague, Viena y Washington. Su trabajo en las embajadas y legaciones fue muy apreciado, especialmente durante el reinado de Isabel II.
En 1850 fue destinado a la embajada española de Washington, durante el mandato presidencial norteamericano de Franklin Pierce, una época en la que el conflicto con Cuba mantenía muy pendientes a las autoridades de ambos países. El trabajo de Cueto ayudó a limar asperezas entre ambos gobiernos, lo que le valió la gran cruz de Isabel la Católica y el marquesado de Valmar, concedido más tarde por Alfonso XII.
En 1858 tomaba un sillón en la Real Academia Española y pasaba también a ser miembro de la Real Academia de Artes de San Fernando. Pero ya antes había comenzado su carrera literaria y crítica.
Trabajó el drama histórico en las obras Doña María Coronel o No hay fuerza contra el honor, publicada en 1844 y la tragedia en su obra Cleopatra, de 1845. Pero los trabajos literarios que contribuyeron de manera decisiva a su fama como crítico fueron obras como su Estudio sobre el Cancionero de Baena, su también estudio de 1889 sobre las Cantigas de Alfonso X, (después de haber estudiado la lengua y literatura de España y Portugal en pequeños ensayos) y su Bosquejo histórico crítico de la poesía castellana del siglo XVIII, publicado en 1893.
También escribió una biografía sobre el Conde de Toreno, participó en las críticas teatrales de la publicación El Piloto y en las del Semanario Pintoresco Español. Siempre destacó por un estilo elegante, centrado en temas como el amor, la religión y la nación.
El marqués de Valmar falleció en Madrid el 20 de enero de 1901. En 1896 el Ayuntamiento de Cartagena ya le había concedido su nombre a una de las calles de la ciudad.