El proceso de cultivo de la planta
La maduración de la planta de esparto tiene lugar en primavera, siendo su fruto anual y su cantidad variable según el régimen de las lluvias de invierno y primavera. Durante la primera edad y hasta el tercer año, la planta es muy sensible al frío intenso y las heladas.
Al principio el crecimiento es muy lento, aunque pasado el tercer año de vida se acelera, obteniendo esparto útil al quinto; entra en decadencia en torno a los cincuenta años, y más adelante se degenera.
Para evitar la regresión de los montes de esparto, es necesario llevar a cabo la recogida en el periodo de junio a diciembre. Cualquier retraso puede producir grandes daños al monte, donde se debe hacer limpiezas de matorral, con aclareos para favorecer su crecimiento y eliminar la competencia de otras especies.
La planta de esparto está en continua actividad vegetativa denominada movida, y experimenta su máximo desarrollo en dos períodos determinados: primavera y otoño, como consecuencia de las lluvias de estas épocas.
Será en diciembre-enero cuando se inicie el atochón que florecerá en abril-mayo. La semilla madura entre mayo-julio y su recolección debe practicarse en tiempo seco para no perjudicar una vez más sus raíces.
La repoblación natural es tan sencilla como el transporte por el viento de la propia semilla, siendo el sistema de cultivo más primitivo y económico, el realizado a voleo, por necesitar escasas actividades laborales, como son la limpia del monte para extraer las plantas que puedan dañar a la atocha o incluso raigones que se encuentren en malas condiciones.
En esta labor únicamente se debe tener en cuenta no herir las raíces, y cuando el atochar tienda a degenerarse, regenerarlo. La quema o rozas es el proceso más arcaico, obteniendo tras ella un esparto más fino y largo que no volverá a nacer como mínimo hasta pasados seis años.
La repoblación artificial se realiza por siembra o plantación. Las atochas con cepellón se ensayaron a finales del siglo XIX, pero será en el XX cuando comenzó la utilización de semillas de vivero y no antes de 1930. Se cavaban 25 cm., abonándose con estiércol, y se envolvía con tierra dividiéndose en albitanas de dimensión conveniente para poder escardar. La planta se enterraba hasta el cuello, obteniéndose un esparto de calidad basta pero de abundante cosecha.
Las semillas en vivero se utilizaron prioritariamente para la obtención de esparto agrícola, practicando la alternancia con otros cultivos, en especial almendros, y en zonas marginales de ribazos.
La recolección de esta planta es y siempre ha sido muy dura, a mano, y cuando se encuentra en estado maduro, lo que hace a la planta apta para los fines a los que se destina, y permite el despliegue fácilmente de la atocha.
Transformación del esparto
El proceso de transformación del esparto comienza en el monte, arrancando las matas de esparto o atochas. Los esparteros se ayudan de palillos para llevar a cabo la recolección, para después realizar la llamada 'tendía' en el monte, es decir, el esparto arrancado se extiende en el suelo del monte para que se seque.
El siguiente paso responde al nombre de 'cocío': el esparto se sumerge en balsas de agua para que la fibra se ablande, y al cabo de treinta o cuarenta días, se tiende para su secado.
Después comienza el 'picao', por el que el esparto se somete a un aplastamiento en los mazos para desprender la parte leñosa de la fibra. Esta tarea ha sido tradicionalmente elaborada por las mujeres, denominadas 'picaoras'.
A continuación, comienza el 'rastrillao', un proceso por el que se peinan las fibras de esparto en rastrillos de púas de acero que separan los haces de fibra de sus hojas, despojándolos de sus partes leñosas.
Y por último, el 'hilao', que consiste en una rueda de madera movida por un menaor que hacía girar unas carruchas donde se enganchaban las fibras de esparto. Sobre ellas, los hilaores iban añadiendo más fibra rastrillada formando hilos de un cabo (filástica) que luego se corchaban con la gavia, componiendo la diferente cordelería.