TRONO DE MARÍA SALOMÉ

Esta obra fue realizada en 1955 para la cofradía de Nuestro Padre Jesús de Cieza y estaba destinada a portar en procesión la imagen de María Salomé. Es obra en madera de pino, tallada y dorada a la corla.

Es una pieza muy original en el diseño. Carece del jarrón central, que es habitual en este tipo de tronos conocidos como de salón, sustentando en el aire mediante cuatro ménsulas, la peana de la imagen, en un equilibrio perfecto de fuerzas y puntos de apoyo.

Además en ella, la imaginación y la gubia del artista se desbordan en una serie de volutas y contra volutas que se enroscan y entrelazan con abundante variedad de hojas, terminando en las esquinas en jarrones, de los cuales emergen elevándose hacia el cielo esbeltos y elegantes, los árboles de luz, que abrazan y envuelven de claridad a la imagen con la luminosidad de sus tulipas, también diseño del autor.

Nos encontramos ante una obra singular, de fino acabado, a pesar de la dificultad que las complicadas tallas representan para ello. Sin ser uno de los tronos de mayor tamaño que posee la Semana Santa ciezana, se encuentra entre los más valorados desde el punto de vista artístico y sentimental.

TRONO DE SAN BARTOLOMÉ

En 1954, realizó Manuel Juan Carrillo este trono por encargo del Ayuntamiento de Cieza, para su patrón San Bartolomé, cuya imagen había sido reconstruida por el propio escultor, a partir de la cabeza, que era lo único que se conservaba.

Carrillo sentía una especial devoción por esta imagen y trabajó mucho para recuperar para ella los honores de culto que a su juicio se merecía, llegando incluso a presidir su hermandad durante varios años al final de su vida.

Para ella realizó pues, con gran cariño, este magnífico trono barroco en cuya peana aparecen recogidos, en dos de los escudos, los milagros más significativos que al Santo le atribuye la tradición en Cieza: "El grito de la muda" y "El sudor del Santo". En los dos lados restantes aparecen el escudo de Cieza y los símbolos iconográficos de San Bartolomé: la palma, el libro y el cuchillo.

También en ella colocó, a modo de ofrenda, una gran cantidad de frutos de los campos, como símbolos de un pueblo agrícola, que pone a los pies de su Patrón el resultado de los esfuerzos de todo un año de trabajo, en la confianza de que han sido su intercesión y protección los que han dado lugar a la fructífera cosecha.

En la peana, sobre todo, se intuye la mano de su padre Manuel Carrillo García, que siempre destacó, tanto en las tallas como en los dibujos, por la minuciosidad y preciosismo de los detalles.

Es el trono una pieza tallada en madera y dorada a la corla, con combinación de zonas en plata, en la que Carrillo volcó su afán por el trabajo bien diseñado y bien realizado que le caracterizaban.