La tragedia
Desde que se inició la represa de aguas en 1788, el pantano de Puentes nunca había estado al límite de su capacidad, pues la construcción coincidió con unos años muy secos. Sin embargo, el mes de abril de 1802 fue muy abundante en lluvias y riadas. El embalse había estado recibiendo los aportes de los ríos Vélez y Luchena y los de la confluencia de varias ramblas, por lo que estaba apunto de desbordarse.
Pese a ello, nada hacía presagiar la tragedia que comenzó a fraguarse a las 14:30 horas del día 30 abril. Ese día y a esa hora, Francisco Oliver, quien en aquel momento estaba sustituyendo al alcalde del pantano que se encontraba en Lorca, recibió un aviso de un peón que le comunicó que salía más agua de la habitual y que ésta estaba muy turbia. Oliver comprobó que el agua envolvía estacas, vigas de pilotaje y pavimento de la obra. Estuvo brotando hasta las tres de la tarde, hora en la que se produjo un gran estallido que rompió las compuertas de madera del pantano. Oliver trató de que la noticia llegara a Lorca mediante un mensajero, pero era demasiado tarde.
El destino quiso que una de las primeras víctimas de la tragedia fuera uno de los mayores responsables de la obra, Antonio Robles-Vives. Robles se encontraba en su finca de Palomares, entre Puentes y Lorca, y parece ser que fue avisado de que algo no iba bien. Pidió a su chófer que lo trasladara a Lorca, pero a mitad de camino su carreta fue arrastrada por las aguas. El cochero pudo escapar y refugiarse en un montículo cercano.
Las aguas arrasan Lorca
Las aguas llegaron a Lorca poco después de las cuatro de la tarde, empujando y arrastrando una gran cantidad de rocas y vigas que destrozaban todo lo que encontraban a su paso. La parte más afectada fue el barrio de San Cristóbal que estaba formado por edificios de una sola planta y algunas casonas de nobles. En San Cristobal se situaba la zona industrial de la ciudad: molinos, alfarerías, fábricas de paños, fabricas de jabón…etc. También en este barrio se encontraban el convento de frailes Mercedarios y el de San Diego. Todo ello fue rápidamente destruido. En la parroquia de San Cristóbal las aguas llegaron a cubrir los arcos de las capillas. La ermita de Nuestra Señora de la Peña, en los extramuros de la ciudad, aguas arriba del río, fue totalmente arrasada. Casi todas las casas y fábricas del barrio se vieron afectadas.
La casa de Serón
El episodio más trágico fue el que se vivió en la Casa de Serón. Esta vivienda era un edificio de sólida construcción, todo de sillería, lo que inspiraba una gran confianza a su dueño de que resistiría la fuerza de las aguas. Su propietario, tras ver que muchos vecinos se asustaban por el nivel que estaban alcanzando las aguas, les llamó para que fueran a refugiarse allí. De esta manera, llegaron a encerrarse en aquel lugar unas 300 personas de todas las edades. Los vecinos que se refugiaron en la casa se vieron obligados a buscar los pisos más altos ante la llegada de más personas y la crecida de las aguas, hasta que, por fin, tuvieron que subirse al tejado, aunque con la confianza de que la casa resistiría el embate de las aguas.
Quienes se habían salvado en edificios y alturas superiores a la casa de Serón contemplaron el episodio. De pronto, un enorme peñón, arrastrado por las aguas, golpeó violentamente en aquel edificio y le arrancó de sus cimientos, la casa se balanceó unos instantes y acabó hundiéndose y produciendo una columna de agua roja que cubrió los restos de la vivienda. Cuando pasó la avalancha fueron encontrados dos peñones, de unas 250 toneladas de peso cada uno, a varios kilómetros de la ciudad.
La causa de la tragedia
El motivo por el que se produjo la rotura del pantano de Puentes fue el sifonamiento producido por el defectuoso sistema de cimentación. En ningún caso era apropiado el pilotaje, teniendo en cuenta su altura y el material, completamente permeable, atravesado por los pilotes. La tragedia de Puentes ocasionó que se creara un centro de formación especializada en ingeniería para dotar de conocimientos suficientes a los profesionales que tuvieran que proyectar infraestructuras importantes. El 1 de noviembre de 1802 se puso en funcionamiento la Escuela de Caminos y Canales dirigida por Agustín de Betancourt, un prestigioso ingeniero que había adquirido una sólida formación en escuelas francesas. El propio Betancourt fue el encargado de realizar el informe sobre los motivos de la tragedia de Lorca, y después de alabar la calidad de los materiales utilizados, concluyó que "nada hubiera causado la ruina del pantano si no se hubiera fundado sobre un terreno arenoso".