El ajuar de las viviendas de Siyâsa estaba formado, principalmente, por objetos de cerámica, aunque también serían habituales vasitos de vidrio, elementos de metal, hueso, madera o yeso. El abandono musulmán de la población, a mediados del siglo XIII, provocó la subsistencia en los suelos de las casas, pozos negros y vertederos, de un gran número de estos objetos, aunque los más valiosos los llevarían en su marcha. No obstante, el posterior expolio y reutilización del lugar por parte del ejército cristiano acabaría con la mayoría de estos materiales.
Las cerámicas que se han hallado en las excavaciones responden a los tipos característicos de la primera mitad del siglo XIII, la última habitada por musulmanes, aunque ya las comunicaciones entre los poblados árabes, la ruptura de sus circuitos comerciales y la desaparición de los talleres especializados habían dado paso, en la cerámica y el vidrio especialmente, a producciones con síntomas degenerativos. No obstante, existen vertederos que pasaron desapercibidos para los nuevos pobladores cristianos. Se trata de pequeñas elevaciones artificiales formadas en la base del acantilado, donde los musulmanes, mientras aún se encontraba activo el poblado, dejaban caer los objetos rotos inservibles.
Otra técnica musulmana que también ha resultado útil para los arqueólogos e historiadores ha sido la reutilización de materiales en la elaboración de suelos, tabiques y paredes. En ellos se encontraron muchas piezas pertenecientes al siglo XII y anteriores, muy fragmentadas. Además, las viviendas tendrían parte del suelo cubierto con alfombras de tela y esteras de esparto. De metal utilizarían llaves, candados, legones, pesas, hoces, rejas de arado, almocafres, así como los atalajes de los caballos y animales de tiro. Los objetos de madera más frecuentes en el ámbito doméstico eran las cucharas para la cocina, mientras que en el artesano las paletas para el yeso o los cajones en los que se elaboraban los arcos eran los más habituales. Un sin fin de utensilios que una población rural de más de 4.000 personas necesitaba para su vida diaria y que, al tener que partir hacia otras tierras, llevó consigo.