A comienzos del siglo VIII las tensiones internas de la Hispania goda desencadenaron divisiones en el seno de la oligarquía y una crisis política. El problema se acrecentó tras la muerte del Rey Witiza, que generó la lucha por el poder entre sus hijos y Roderico, conocido más tarde como Don Rodrigo. La tensión reinante diezmó la moral del pueblo hispano, maltrecho por el empobrecimiento generalizado, provocado por la caída de la actividad comercial e inmerso en un proceso de feudalización.
Durante el año 711 el musulmán Tarik, gobernador de Tánger, cuyo nombre ha quedado plasmado en la toponimia de la ciudad de Tarifa, organizó una expedición victoriosa contra la España visigótica, acabando con la vida de Don Rodrigo, el último rey visigodo de Hispania, en la batalla de Guadalete. Tras dos años de invasión sobre la Bética, las principales ciudades hispánicas fueron conquistadas o se rindieron sin oponer resistencia. En el año 713, bajo el poder de Musa, virrey del Norte de África, la soberanía del califa se proclamaba en Toledo, capital visigoda. Había nacido al-Ándalus.
A mediados del siglo VIII la dinastía omeya fue destronada en Damasco por los abbasidas, masacrando a la mayor parte de sus miembros y trasladando la capital del Califato a Bagdad. Abd al-Rahmán I llegaría en el año 756 a al-Ándalus, estableciendo en ella un Emirato Independiente apoyado por tropas sirias, yemeníes y beréberes. En sus 32 años de reinado hizo frente a la Reconquista cristiana, a intentos de sublevación por parte de grupos afines a los abbasidas y, gracias a sus ministros y gobernadores, efectuó una gran organización del territorio.
Abd al-Rahmán I fue sucedido por su hijo Hisam I que, a su vez, fue relevado por Al- Hakam I, cuya muerte pasó el testigo a su hijo Abd al-Rahmán II, cuarto Emir Omeya Independiente de Al-Ándalus y figura fundamental en la Historia de Murcia, ya que fundó la ciudad entre los años 825 y 831 bajo el nombre de Madina Mursiya. El bisnieto del fundador de Murcia fue Abd al-Rahmán III que, a la edad de 21 años, asumió el mandato de un Emirato prácticamente desmembrado por los conflictos internos y amenazado por los cristianos. Sus victorias sobre ellos hicieron que en el año 929 se proclamara califa, rompiendo con Bagdad. Se creaba de esta forma el Califato de Córdoba. En el año 1002, tras la muerte de Almanzor, último de los mandatarios califales, la crisis política desembocaría en la caída del Califato y la creación de numerosos poderes independientes, los Reinos de Taifas del siglo XI. Esta división haría que los cristianos avanzaran con mayor facilidad en la Reconquista, tomando Toledo en el año 1085.
En ayuda de los andalusíes acudió el Imperio Almorávide norteafricano, que sometió al-Ándalus a finales del siglo XI. Durante 55 años los almorávides serían apoyados por el pueblo y el clero pero, cuando su firmeza contra los cristianos se vio contrariada, fueron derrotados por otro movimiento religioso musulmán, el almohade. Los almohades constituyeron un imperio en al-Ándalus que se mantuvo hasta 1228, fecha en que fue derrotado por una insurrección iniciada en Murcia por Ibn Hud. Tras su muerte, la Reconquista avanzó hasta reducir al-Ándalus al reino nazarí de Granada, que cayó definitivamente en manos cristianas en 1492, con España bajo el reinado de los Reyes Católicos.