Teniendo en cuenta la desaparición de las actas capitulares y la inexistencia de documentación en la iglesia parroquial, sólo podemos acercarnos a este tema a partir de la prensa de fines del siglo XIX e inicios del S. XX. Y aún ésta se hace escaso eco debido a la inexistencia de un corresponsal y a la poca importancia que el pueblo tenía en aquellos momentos dentro del ámbito regional.
En octubre de 1882, concretamente en los días 21 y 22 se celebraron dos corridas de vacas con entrada gratuita, que vinieron a completar, festivamente, la celebración de los actos religiosos en honor de la Patrona. Lidiaron Francisco Vivo (a) Patas, del Javalí; Ricardo Gilabert (a) Chato, de Albudeite; y Daniel Albert (a) Curro, de Elda. A fines del siglo XIX acudió en alguna ocasión la banda de música de la vecina Alguazas dirigida en 1898 por el Sr. Verdú. El año anterior, coincidiendo con las fiestas de la Patrona contraían matrimonio las hermanas Josefa y Francisca Febrero Sánchez con Pedro López Oliva, futuro alcalde y Joaquín Alarcón Ruíz. Uno de los padrinos sería Pedro Fernández Vera, médico local. Actuó en el acto la banda local de guitarras y bandurrias, dirigida por Antonio Belchí Balsalobre.
Durante los primeros años del siglo XX actuaba en la localidad todos los meses de octubre la banda de música de Ceutí, dirigida por Joaquín Alfonso Valero. Las fiestas se celebraban en fecha movible dentro de la segunda quincena, de hecho, llegaron a oscilar entre el 18 y el 23 de octubre, según los años. La banda cobraba 100 pesetas por actuación y a los músicos se les instalaba en casas particulares. Se contó con ella al menos entre 1902 y 1916.
En 1914 logró especial relieve una función religiosa que corrió a cargo del párroco local, José Abad, en la que intervino como invitado, predicando desde el púlpito, nada menos que el canónigo catedralicio Bernardo Fresno. El evento mereció una reseña en la prensa regional. Le siguió una procesión solemne de la Patrona acompañada por la banda de música de Ceutí. Cerró el día un castillo de fuegos artificiales del pirotécnico Mateos. Pero lo más llamativo resulta hoy la alusión que se hacía en la prensa a la celebración de la que se denominaba la 'fiesta tradicional El Raspajo', relacionada con la recogida de la uva, tan abundante históricamente en Las Torres. Consistía en la pisada pública de la uva para ofrecer el primer mosto a la Patrona. Aquellos años y al menos hasta 1925 el presupuesto municipal para las fiestas era de 100 pesetas.
En los festejos de 1927 acudió a poner su música La banda del Regimiento de Infantería de Sevilla. Aquel año el discurso fue del Magistral de la catedral, Saturnino Fernández, celebrando la misa Alfonso Férez Hernández.
En los años cuarenta las fiestas se adelantaron unos días, de manera que tenían lugar a comienzos de octubre, concretamente ocuparon el primer fin de semana de aquel mes coincidiendo en fechas con la Virgen del Rosario, lo que ha llevado a la pasajera y errónea idea de que esta virgen llegó a ser patrona local. El programa incluía los siguientes festejos y actividades: para el viernes: verbena, concurso de trajes regionales y fuegos artificiales; el sábado: actuación de banda de música, elevación de globos, y carreras de cintas en bicicleta, por la mañana y, tras la siesta, nueva actuación de la banda de música para amenizar cucañas y carreras de sacos. En la noche, verbena y castillo de fuegos artificiales. El domingo, tercer y último día de fiestas ofrecía: un paseo de la banda de música que recorría las calles más céntricas, volteo de campanas, cohetería y misa. Se cerraba la jornada y los festejos con un concierto de la banda y nueva elevación de globos lo que, en ocasiones, se trocaba por un partido de fútbol.
A comienzos de la década de los años setenta, se decidió celebrar las fiestas en el mes de agosto, sin embargo los actos religiosos en honor de la Patrona permanecieron durante un año más en octubre. Pero en 1971 se incorporaron a los festejos civiles y desde entonces tienen lugar en la última semana completa de cada mes de agosto.
En 1984 surgió una nueva idea dentro de las fiestas patronales, fruto del empuje del párroco Luis Martínez Mármol. La Patrona, tras el tríduo de honor visitaría un barrio cada noche durante las fiestas. En aquella experiencia estuvo en las calles Mula, Almazara y San Antón.