Las necrópolis ibéricas no tienen una estructura definida a priori y los enterramientos van depositándose acoplados al espacio disponible. Por tanto, unas tumbas van superponiéndose a otras y el paisaje funerario cambia considerablemente en dos siglos.
Túmulos funerarios
Las elites predominantes durante los siglos V-IV a. C. suelen disponer de tumbas cuyas cubiertas son de mayor prestancia y tamaño que la generalidad de las deposiciones. Algunas están compuestas por una gran caja cuadrangular, de piedra, con o sin escalones, de hasta 6/7 metros de lado. Pueden presentar uno o varios escalones, también fabricados con piedras a hueso, en ocasiones cubierta con un revoco de estuco blanco o amarillento. Las tumbas pertenecientes a familias prestigiosas e importantes, ya sean régulos o aristócratas locales, coronarían los empedrados con un monumento funerario de tipo arquitectónico/escultórico. La tipología de los monumentos suele responder a un único modelo, aunque con variantes y se conocen con el nombre genérico de 'pilares-estela' a partir del excelente estudio realizado por el profesor Martín Almagro Gorbea.
Se trata de un gran prisma, decorado o no, situado sobre la propia cubierta pétrea de la tumba. Lo coronaba una nacela, que hace la función de zapata o capitel, para lograr una mayor superficie sobre la que colocar el remate del pilar. El remate suele constituirlo una escultura de buen formato con la representación de un animal fantástico (esfinge) o real (toro o león).
La finalidad del monumento escultórico es de claro prestigio para el clan que lo levanta, tanto a nivel interno como de propaganda para los visitantes potenciales. El auge de los pilares-estela cubriría desde la segunda mitad avanzada del siglo V a.C. hasta mediados de la centuria siguiente, siendo su principal área de dispersión la alta Andalucía y el sureste peninsular. La Región de Murcia tiene importantes muestras en las grandes necrópolis contestanas de: Cigarralejo (Mula), Cabecico del Tesoro (La Alberca), Los Nietos (Cartagena) o Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla).
Desaparición de los pilares-estela
Hacia mediados del siglo IV a. C. se produce un cambio que transforma la sociedad ibérica de esta región, cambio que no se aprecia en los restos materiales exhumados de las tumbas, ni en los ajuares domésticos de los poblados, pero que ciertamente marca un antes y un después en las costumbres funerarias. Este hecho se plasma en que dejan de levantarse monumentos escultóricos y una parte de los existentes como Cigarralejo o Cabecico del Tesoro son destruidos por completo. Todas las necrópolis siguen en uso hasta bien entrado el siglo II-I antes de Jesucristo, reutilizándose a veces restos de los monumentos precedentes como simples piedras en las nuevas tumbas de cronología más tardía.
Damas ibéricas
Un segundo modelo de monumento funerario de la zona bastetano-contestana es el de las conocidas como Damas. Se trata de una escultura en bulto redondo con la representación de una gran dama entronizada que se dispone encima de la estructura pétrea de la tumba, a modo de efigie protectora del difunto, allí enterrado. En este caso podemos señalar las Damas de: El Cigarralejo (Mula), Cabecico del Tesoro (Verdolay, Murcia) y la de Baza (Granada), aunque esta última se introdujo en el interior de la tumba. Otros dos ejemplos los encontramos en Alicante con las Damas de Elche (La Alcudia) y la de Cabezo Lucero (Guardamar del Segura), en estos casos desconocemos si fueron esculpidas completas o sólo los bustos. La datación de todas ellas es bastante pareja entre los últimos años del siglo V y las primeras décadas del siglo IV anterior a Jesucristo. El modelo prestigioso y reducido se agota como los pilares-estela hacia el 375-350 a. C.