Las paredes de diversas cuevas y abrigos rocosos del municipio de Cieza poseen pinturas que nos transportan a un mundo casi mágico que se remonta cerca de 15.000 años, a un tiempo en el que el ser humano cazaba entre los densos bosques y recogía frutos de los árboles cercanos a los asentamientos que frecuentaba temporalmente, pues los movimientos de la población solían estar sujetos a las estaciones climáticas. Las manifestaciones artísticas de esa época se pueden ver en las Cuevas de Jorge o Las Cabras, siluetas en rojo de animales con los que convivían los habitantes del Paleolítico Superior.
Pero el transcurso del tiempo hace que, si bien la economía se mantenga en la caza y recolección, la mentalidad del ser humano comienza a cambiar reduciendo los movimientos migratorios y consiguiendo un mejor conocimiento y aprovechamiento de los recursos del entorno. Estos cambios evolutivos también se reflejan en sus representaciones, sus pinturas o en la introducción del hombre y la mujer en escenas de caza, de lucha o de danza, como se observa en el Abrigo I de Los Grajos, ubicado en la Sierra de Ascoy.
La llegada del Neolítico trajo consigo una sociedad basada en la ganadería y la agricultura que fue ocupando paulatinamente el territorio de Cieza. Pequeños poblados en los que se asentaban los humanos tras comprobar la existencia de suficientes recursos naturales y entre los que primaba por encima de ningún otro el agua, que les iba a permitir cultivar la tierra y obtener cosechas de cereales y legumbres que, junto con los animales domésticos, serían la base de su alimentación.
Tan radical como el cambio del sistema económico en la Prehistoria fue el nuevo giro que tomaría el Arte Rupestre. De un estilo naturalista que intentaba recrear formas animales y humanas se pasó a la esquematización de las figuras hasta el punto de resultar prácticamente imposibles de reconocer. Se trataba de la manifestación de símbolos e ídolos que posiblemente se incluyeran en rituales y que mostraban sus nuevas preferencias estéticas, como el ídolo descubierto en la Cueva-Sima de La Serreta, en el Cañón de los Almadenes.
Dos sociedades de la Prehistoria en Cieza y que han llegado hasta nosotros a través de las pinturas descubiertas en sus cuevas, unas figuras que por contener un importante legado del Arte Rupestre del Arco Mediterráneo de la Península Ibérica han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, junto a las de otras cinco comunidades autónomas españolas, imágenes que por su fragilidad es necesario proteger y conservar.