Su obra presenta una luz real en unos paisajes naturales, algunos de aridez, de naturaleza seca y otros de agua y vida.
Su estilo recuerda al de los pintores almerienses, alicantinos y manchegos del siglo XX.
Recibe influencias de los paisajes que realizaban algunos de los artistas pertenecientes a la Escuela de Vallecas que resurgía en la posguerra.
De la Generación del 98, más concretamente de Azorín, adquiere esa austeridad que le caracteriza a la hora de elaborar los paisajes y que proyectan la esencia de su tierra.
La obra de Ramón Gaya también ha sido una fuente inagotable de inspiración para Manuel Avellaneda.