Templarios (1266-1310)
La condición de monjes-guerreros de los caballeros del Temple, como los de otras muchas Ordenes (Hospitalarios, Calatrava, Santiaguistas, etc) no fue un fenómeno en exclusiva del mundo cristiano, sino general de la época pues también en el lado musulmán e incluso antes que del lado cristiano, existían los cuerpos de elite de guerreros-religiosos. Sin embargo, la leyenda que envuelve el trágico final del Temple añade un velo de misterio y profundidad sin parangón que ha perdurado hasta nuestros días. La capital murciana y la frontera del Noroeste se rindieron a sus pies y quedaron durante un tiempo bajo su sabia tutela. Los templarios ejercieron de consejeros de Jaime I y Alfonso X en la toma de grandes decisiones que afectarían al desarrollo histórico de la Región.
La Orden del Temple, de origen francés, llegó a la Península en torno al 1129, ya en plena Reconquista, para colaborar activamente en ella. Sus actuaciones les granjearon muy pronto un merecido prestigio de buenos guerreros, interviniendo en Murcia a partir de 1266. En la capital la capitulación se llevó a cabo ante Jaime I, pero sus condiciones apenas se mantuvieron unos meses ya que pronto se hizo cargo de la responsabilidad Alfonso X. Pues bien, durante ese corto espacio temporal que fue de febrero a junio de 1266 de influencia del aragonés, los Templarios recibieron en propiedad el Alcázar Nasir. Posiblemente cuando se hallaba al frente de ellos Pedro de Queralt, lugarteniente del Maestre de Aragón (es probable que también la fundación del Hospital de Santa Catalina sea de este momento).