Ibn Arabí (1165-1240)
Nacido en Murcia el 28 de julio de 1165, nuestro paisano fue contemporáneo de Averroes y Maimónides pero intelectualmente se le consideró hijo de Platón. Sin lugar a dudas, se trata del murciano más universal y uno de los españoles más importantes de todos los tiempos. Filósofo y místico por excelencia, estuvo ligado a los sufíes, bebiendo de las fuentes del mazdeismo persa y el budismo hindú, siendo además precursor de Dante o del propio San Juan de la Cruz.
Cuando vino al mundo gobernaba en Murcia el «Rey Lobo», es decir, Aben Mardenix, y lo hizo en el seno de una familia religiosa. Su madre era bereber. Su padre, murciano, fue un alto mando militar al servicio de el Rey Lobo.
“Desde pequeño estuve acostumbrado a cabalgar, afilar espadas y maniobrar en campamentos militares”, relata el propio Ibn Arabi.
En la Murcia de Aben Mardenix imperaba una visión muy abierta del islam en la que musulmanes y cristianos convivían sin restricciones. Puede especularse que este ambiente de tolerancia dejase su impronta en el Ibn Arabí niño.
En 1172 el Rey Lobo es derrotado y Murcia pasa a manos de los conquistadores almohades, que imponen una interpretación mucho más estricta del islam.
Este acontecimiento no significa la caída en desgracia del padre de Ibn Arabí, quien los había combatido junto a su rey. Al contrario, —los almohades lo siguen teniendo en alta consideración—, afirma Fernando Mora, autor del libro “Ibn Arabi, vida y enseñanzas del gran místico andalusí”.
Tanto es así que, al servicio de la nueva bandera, la familia abandona Murcia y se traslada a Sevilla, nueva capital califal.
Allí en Sevilla contrajo matrimonio con Mariam, una intuitiva mujer que orientó mejor el camino de Ibn Arabí. Sus hijos se llamaron Sadodin, Imadodin y Zeinab.
En Sevilla fue conociendo a numerosos maestros-as y seres evolucionados que le ayudaron en estos primeros años de formación. Para 1198 lo vemos de nuevo en Murcia, si bien partió para Oriente y no volvería a pisar las calles de su ciudad. Viaja por Alejandría, El Cairo, La Meca, Bagdad, Mosul, Medina, Jerusalén y poco a poco va teniendo fuertes experiencias místicas y visiones, realizando además diversos milagros. Ya en 1223 fijaba su residencia en Damasco, ciudad en la que fallecería el 16 de noviembre de 1240. Tiempo después, en 1579, el hijo de Soliman el Magnífico mandaba construirle una mezquita cuyo mausoleo aún existe en Damasco y hoy es centro de peregrinación.
La gigantesca obra de Ibn Arabí, actualmente dispersa y desconocida en buena parte, influyó profundamente, no sólo en la cultura árabe, sino también en la Europa de la Edad Media.