Almorávides (1091 - 1145)
Eran bereberes, moradores de las rábidas, antecesores de los Tuareg. Su grupo era sinhaya-lamtuna y se formó como secta guerrero-religiosa cuatro décadas antes de que llegara a Murcia; el jefe espiritual era un tal Ibn Yasin.
A pesar de que dominaron nuestra Región durante medio siglo, cuando marcharon no dejaron otro rastro de su paso que las noticias que el historiador puede hallar en las crónicas sobre lo que eran e hicieron.
Se sabe que practicaban una estricta austeridad y rigidez de vida, tipo espartano, que sirvió para acabar temporalmente con los decadentes reinos de taifas en los que estaba sumida Al-Andalus. Llegaron a la Península llamados por una parte del clero que anhelaba un retorno a la estricta letra de la doctrina coránica y por la población que temía a las tropas cristianas.
La ciudad de Murcia fue tomada en junio de 1091 por Muhammad Ib Aisa (Abenaixa) quien desde aquí llevó a cabo diversas campañas en la frontera septentrional del territorio murciano perdiendo el juicio en una de las batallas, por lo que el gobierno de Murcia fue pasando de unas manos a otras sucesivamente: Ibn Tifilwit, Ibn Tasufin, Ibn Warca e Ibn Ganiya.
Pero poco antes tuvo lugar un interesante acontecimiento bélico en Sierra Espuña. En 1086 García Jiménez había tomado la fortaleza de Aledo; un par de años más tarde se halló sufriendo un importante asedio musulmán en 1088 con el mismísimo Yusuf al frente. Se salvó gracias a que entre las filas musulmanas se corrió el rumor de que se acercaba el Cid (Rodrigo Díaz de Vivar) y, levantando el cerco, abandonaron la empresa. Sin embargo, al final cayó en 1092, precisamente a manos de los Almorávides que al año de tomar la capital consiguieron recuperar la fortaleza y expulsar a los cristianos.
En 1120 los Almorávides sufrieron el mayor de los reveses. En Cutanda se enfrentaron Alfonso I el Batallador e Ibrahin ibn Yusuf. En la batalla murieron muchos murcianos (entre ellos el maestro en creencias coránicas Abu Ali al-Sadafi, afincado en Murcia desde 1102, defensor de la guerra santa) y marcó el inicio del declive almorávide (el gobernador de Murcia era en esos momentos Abu Yaqub Yintan ibn Ali) que incluso vieron atravesar las tropas de Alfonso I por tierras murcianas en 1125. Cinco años después, a partir de 1130, el poder murciano fue perdiendo rápidamente importancia a favor de Valencia. El férreo control almorávide, en ocasiones asfixiante (llegaron a quemar libros sufíes), les fue granjeando enemistades en la propia población musulmana que llegó a sublevarse en 1144. Los murcianos proclamaron entonces gobernador a Ibn al-Hayy, pero por desgracia dimitió pronto y la situación derivó en el desgobierno y el caos hasta 1145, momento en el que se hizo con el poder Abeniyad.