Las tribus ibéricas que poblaron el sureste peninsular en la segunda mitad del primer milenio anterior a nuestra era estaban integradas en la cultura de la segunda Edad del Hierro. Disponían, por lo tanto, de aquellos adelantos que el dominio pleno del hierro pudiera proporcionarles en un ambiente protohistórico, parecido a otros pueblos contemporáneos de Europa, como los celtas.
La cerámica
Se puede analizar un primer componente de gran relevancia, la cerámica, ya que es el más abundante. Comprende recipientes de distinta tipología que van desde los grandes vasos de almacenamiento, hasta una completa vajilla fina o de mesa con platos, páteras, fuentes, vinagreras, oinochoes, ensaladeras, copas y un largo etcétera, decoradas básicamente con motivos geométricos.
Junto a este grupo hay que señalar las piezas de cocina, destinadas a la elaboración de la comida, cuya tipología, más reducida, queda restringida a ollas, cazuelas, castañeras y algunas jarras. También existía una producción indígena pseudolujosa que se distribuyó por todo el levante, sureste penínsular y alta Andalucía durante los siglos IV y III a. C. Esta vajilla, de barniz rojo ibérico, fue ampliamente estudiada y clasificada por el Dr. Cuadrado Díaz; las formas se restringen a platos, cuenco, botellitas y vasos de almacenamiento.
Igualmente se recibieron un nutrido grupo de cerámicas de importación, fabricadas durante el siglo IV a. C. en el área de Atenas, que se concretan en vajillas de mesa con dos servicios principales: platos, fuentes y saleros para comer y copas para beber en los banquetes y fiestas rituales con: kylikes , kantharoi, skyphoi o bolsales. La vajilla ática se recibe mayoritariamente en unidades de barniz negro, aunque también se han recuperado vasos decorados con la técnica de las figuras rojas: cráteras, kylikes, skyphoi o lekhytos para perfumes. Durante los siglos III-II a. C. los talleres exportadores de cerámicas de prestigio cambian de ubicación y se sitúan en el Mediterráneo central y noroccidental. En efecto, localizamos los talleres más activos en Italia (taller de las Pequeñas Estampillas y con posterioridad Campaniense A) y noreste de Iberia (Tres palmetas radiales de Rosas).
El armamento, objetos de adorno y herramientas
El armamento es otro de los ricos ejemplos materiales que han proporcionado las excavaciones. La panoplia ibérica elaborada por completo en hierro es numerosa y tipológicamente comprende armas ofensivas y defensivas. Tendríamos la falcata o sable para dar tajos y combatir en distancias cortas y lanzas para la lucha; el soliferreum, arma arrojadiza y las restantes lanzas con astil de madera. La caetra o escudo circular, que se usaba empuñado, era la principal arma defensiva, junto a los pocos cascos elaborados en hierro. Junto a la panoplia suelen registrarse los elementos típicos del jinete como bocados de caballo, con camas redondeadas y espuelas con aguijón en hierro o bronce.
Los implementos metálicos se cierran con una amplia familia de fíbulas, generalmente en bronce, tanto anulares hispánicas como de la Téne; pinzas de depilar usadas probablemente para el aseo corporal y para evitar infecciones al quitar con ellas las astillas; anillos con o sin chatón, pendientes con una amplia tipología elaborados en oro, plata o bronce; hebillas y broches de cinturón, con grandes placas rectangulares y en menor tamaño, rectangulares y ovales. Entre los objetos que conforman la cultura material ibérica no faltan herramientas y útiles de trabajo como: hachas, podones, tijeras de esquilar, chiflas para curtir las pieles, punzones, rastrillos, todo ello fabricado en hierro y otros relacionados con la industria textil: pondos, fusayolas, agujas, etcétera.