Características generales
Una gran parte de las producciones de cerámica fina, la mayoritaria en el mundo ibérico, se decora con pintura rojiza, con una gama de color que va desde los tonos anaranjados al marrón oscuro. Generalmente las piezas eran monócromas, aunque en ocasiones se utilizó además una pintura blanca y, en menor medida, negra. La decoración se realizaba a base de pigmentos minerales aplicados con la ayuda de pinceles y compases múltiples sobre la superficie cerámica seca y antes de la cocción en el horno. Existe también una producción seudolujosa, a la que la investigación ha denominado de 'barniz rojo', ya que a la superficie externa de estas piezas se le aplicó total o parcialmente una capa de engobe de color rojizo.
No faltan los ornamentos estampillados, en los que se presionó sobre el barro blando un cuño, con un motivo en relieve, principalmente en forma de roseta o de palmeta, al modo de las cerámicas importadas de barniz negro, pero con un abigarramiento propio del gusto indígena, en el que la decoración ocupa prácticamente todo el espacio disponible, con un claro 'horror vacui' (horror al vacío).
Decoraciones geométricas
En un primer momento aparece la decoración geométrica sencilla (S. V a. C.), que se reduce a conjuntos de líneas horizontales de distintos grosores combinados entre sí. Rápidamente se van incorporando otros motivos geométricos que no suelen desplazar a los anteriores, sino que por el contrario coexisten con ellos hasta el final de las sociedades ibéricas, en los primeros años del Imperio romano. Por tanto, evolución de la anterior es la geométrica compleja a finales del s. V a. C., donde con el pincel múltiple forman grupos de semicírculos, círculos y sectores de círculo concéntricos apoyados en franjas horizontales, así como combinaciones de líneas, franjas y bandas que suelen enmarcar las escenas principales de los vasos. La barroquización de estas composiciones dará lugar a la aparición a lo largo del s. III a. C. de lo que se ha venido llamando decoración geométrica estandarizada.
Representaciones vegetales, zoomorfas y antropomorfas
Aunque desde el s. IV a. C. se documentan piezas con motivos vegetales, zoomorfos e incluso humanos, el apogeo y difusión de estos últimos estilos no se producirá hasta los últimos años del s. III a.C. con la aparición de una considerable cantidad de vasos que han podido definirse en distintos grupos y yacimientos-talleres como el de Elche-Archena en Alicante y Murcia, caracterizado sobre todo por sus decoraciones de estilizaciones vegetales de flores de loto y las zoomorfas a base de aves con las alas explayadas y el carnassiers, espacie de lobo con las fauces abiertas.
Un segundo grupo es el Oliva-Liria, en Valencia, con un claro predominio de escenas de caza, lucha y danza, en donde hombres y mujeres se representan danzando y cogidos de la mano al son de instrumentos musicales.
El tercer gran taller conocido es el de Azaila (Teruel), de estilo simbólico, con profusión de representaciones pseudovegetales de difícil identificación, aunque no faltan en esos paisajes la figura humana y la animal.
Finalmente, reseñar que en época romana imperial habrá algunas producciones hispanas que continuarán la tradición decorativa de la cultura ibérica, prolongándose el uso de estas cerámicas hasta el s. II d. C.