La organización del modo de vida en un gran poblado ibérico estaba basado en la trilogía poblado, necrópolis y santuario. Es decir, el habitat estaba situado en una montaña o en la ladera, donde se desarrollaban actividades cotidianas inherentes al ser humano en una sociedad de subsistencia agropecuaria; la necrópolis, así concebida como morada de los difuntos, colocada en las cercanías del núcleo habitado, pero claramente diferenciada (unos cientos de metros) y, por último, el santuario, esto es, las creencias en el más allá y en unos dioses, propios de una sociedad desarrollada como la ibérica. Estos santuarios también se ubicaban cerca del poblado, aunque su desarrollo material no se produce hasta un momento avanzado de la cultura.
Los santuarios
En efecto, durante los periodos ibérico antiguo y pleno los lugares de culto muy relacionados con la grandeza de la naturaleza y los ciclos siembra-cosecha se centraban en cuevas, abrigos rocosos o simples grietas en determinadas rocas, en una divisoria de aguas etc. Es decir, en espacios abiertos para la disposición del santuario, siempre cercano al poblado rector del área y próximos a las grandes vías de comunicación. Lógicamente a cada poblado debió corresponder como mínimo una necrópolis, pero no necesariamente un centro religioso; quizás, estos últimos se ubicasen junto a los poblados de más relevancia.
Grandes enclaves ibéricos de la Región de Murcia
En la Región de Murcia conocemos tres grandes enclaves ibéricos en los que se ha localizado la tipología poblado-necrópolis-santuario. Son a día de hoy los habitats ibéricos más relevantes de la Región y, sin duda, de toda el área ibérica del sureste peninsular. Se trata del complejo de Santa Catalina del Monte (Verdolay, Murcia) con el poblado situado en el cerro del mismo nombre, la gran necrópolis del Cabecico del Tesoro en las proximidades de Santa Catalina, junto a la margen izquierda de la rambla de San Antonio 'el Pobre' y el santuario de nuestra Señora de La Luz a escasos quinientos metros al este del núcleo poblacional; el conjunto de El Cigarralejo en Mula dispuesto con el poblado ubicado en un cerro que domina la necrópolis homónima y el santuario, sobre una cresta rocosa a unos 300 metros al noreste, justo encima de la necrópolis; el tercer complejo es el de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla), donde junto al poblado próximo a la sierra de Santa Ana ha proporcionado un grupo de tres necrópolis de incineración al este (las conocidas como del Poblado y de la Senda- y oeste-Barranco) del centro habitacional y un santuario dispuesto sobre la línea divisoria de un cerro aproximadamente a un kilómetro al este del área habitada.
En nuestra Región se ha encontrado otro gran santuario ibérico en la Encarnación (Caravaca de la Cruz). Este santuario, junto con el de Nuestra Señora de la Luz, se monumentaliza tras la Segunda Guerra Púnica, transformándose las estructuras religiosas en un templo y una ermita respectivamente, superando de este modo la concepción tradicional ibérica de pequeñas estructuras vinculadas a la naturaleza.