La colonización
Los contactos comerciales entre griegos e indígenas de la fachada este de la Península se ven propiciados por la existencia de colonias griegas en España. Las relaciones comerciales comienzan en el siglo VI a. C. con exploraciones sistemáticas desde el nordeste peninsular, donde estuvieron ubicadas las colonias de Emporion (Ampurias) y Rhode (Rosas).
Una vez en el Mediterráneo Occidental, las navegaciones se efectuaban mediante cabotaje, generalmente desde el norte hacia el sur, centrándose en la costa levantina y sureste peninsular, a partir del s. V a. C. En este punto es importante mencionar una serie de pequeños puertos, atalayas o ensenadas con nombre griego (Hemeroskopeion, Alonis o Akra Leuke), usados según las fuentes clásicas por los comerciantes foceos para fomentar el comercio. No obstante, a nivel arqueológico no se ha localizado ninguna de ellas.
Rutas hacia el interior peninsular
Una vez en la costa, la ruta empleada por los comerciantes hacia el interior era a través de las vías naturales de comunicación, ríos y pasos entre montañas. En el sureste de la Península las dos vías más importantes fueron las de los ríos Segura y Vilanopó, teniendo como objetivo último el área minera de Sierra Morena, con epicentro en Cástulo (Linares, Jaén), a lo largo de una ruta jalonada de yacimientos ibéricos.
Los comerciantes y buhoneros traían mercancías, básicamente productos manufacturados como vajillas de lujo, procedentes mayoritariamente de Atenas, objetos de adorno, joyas, pequeñas esculturas de terracota y una serie indeterminada de abalorios, entre los que habría tejidos y pequeños muebles que cambian por materias primas, principalmente metales.
Auge del comercio
El auge de las transacciones se produce entre las últimas décadas del s. V a. C. y, sobre todo, durante los primeros cincuenta años del s. IV a. C., momento en el que el incremento de los intercambios es patente, una vez que ha terminado la Guerra del Peloponeso y Atenas inicia una rápida recuperación económica, que se fundamenta en abrir y fomentar los mercados previamente existentes entre los pueblos bárbaros de ambos extremos del Mediterráneo. Será esta época la que marcará el cenit de las importaciones materiales griegas en las poblaciones de España, constatándose la presencia de una abundante vajilla fina de mesa ateniense en los asentamientos ibéricos, por pequeños que éstos sean. El uso final de una buena parte de estos materiales será el de ofrenda, formando parte de los ajuares funerarios de los difuntos en las necrópolis.